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Las redes sociales empeoran nuestros trastornos alimenticios, y no le vemos el problema

Las redes sociales normalizan conductas que pueden afectarnos gravemente en lo mental y físico.

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Fecha Actualización
Es común encontrar en las redes sociales todo tipo de cosas, desde lo más inofensivo hasta lo potencialmente dañino. En cuanto se refiere a la comida, es un circo; donde se encuentra desde atracones de comida como espectáculo, a consejos dietéticos de lo menos aconsejables posibles. Pues las redes sociales son el peor espacio para aquellos con trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Hay dos ejemplos muy claros aunque sean las dos caras de la moneda en las plataformas. Por un lado, el youtuber Nikocado Avocado, que pasó de ser vegano a ser uno de los rostros más famosos del mukbang, un fenómeno que se basa en ver a influencers comiendo cantidades ingentes de comida muy poco saludable. Avocado ha pasado de 66 kilos cuando empezó su canal en 2014 a pesar más de 160 kilos actualmente.
Por otro lado, está la también youtuber Eugenia Cooney, que podría ser el poster de la anorexia. Con su ara chupada, brazos esqueléticos y un cuerpo que es todo hueso, a más de uno da escalofríos. Ninguno de los dos son ejemplos a seguir.
Aunque inicialmente se vean opuestos, son dos maneras tóxicas de tratar a la comida. Uno por comerla a base de atracones descontrolados y con afectaciones importantes para la salud; la otra glorificar una imagen dañina que ha sido utilizada por comunidades de mujeres víctimas de TCA como anorexia y bulimia. Una psicóloga dio su opinión sobre que tan dañino este efecto de las redes sociales puede ser a largo plazo:
Para hablar del mukbang, hay que ir un poco más atrás. Empezó en 2010 en AfreecaTV, un canal surcoreano que permitía que los creadores de contenido interactuaran con espectadores. De ahí surgió el término que nace de la palabra coreana muk-da (comida) y bang-song (teledifusión).
Las grabaciones en directo de gente tragando literales banquetes mientras cuentan historias se popularizaron Corea del Sur, país donde hay mayor número de influencers. Algunos han conseguido 75 millones de vistas y más de 9 millones de suscriptores, como Sulgi.
Estos videos son populares porque a muchos les atrae ver tanta comida. Sienten placer al ver tanta digestión, y la sensación reconfortante del efecto ASMR, que esa la sensación placentera que a veces producen ciertos ruidos. El oír masticar y tragar a algunos los reconforta, incluso los que sufren de anorexia y bulimia les agrada ver a otras personas digerir tanta comida cuando ellos no. En cambio, otro gran número de gente encuentra todo el espectáculo lo más repugnante posible.
Pero esto tiene consecuencias catastróficas. Nikocado Avocado, por ejemplo; tiene problemas de sueño, se rompió tres costillas por una tos y reconoció tener problemas de erección. En su último video sufrió un ataque cardiaco mientras filmaba para un nuevo video.
De 100 kilos a 0
Por otro lado, tenemos a EUgenia COONEY. Ella empezó como youtuber dedicada a la moda y maquillaje, antes de volverse una figura polémica. Siempre llamó la atención su extrema delgadez, y al pasar los años adelgazaba más y más. Aunque muchos llegaron a criticarla y acosarla, ella continuó subiendo más y más videos.
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Aunque su imagen es dañina, al no incumplir ninguna norma legítima de la plataforma, Youtube no puede banear a los videos de Cooley. Aún así, su figura estresa a la gran mayoría de sus seguidores.
Pero los psicologos creen que baneando los videos de Cooley no es la solución a un problema que afecta a millones de personas en el mundo. Hay tantas como ella en el mundo de la belleza, que muchas mujeres serían influenciadas por figuras igual de delgadas.
Aún así, es obviamente un cuerpo dañado. Cooley se le asocia con la comunidad digital Pro-Ana, donde mujeres con trastornos de anorexia o bulimia se comparten fotos entre ellas para incentivarse a llegar a un nivel de delgadez que ralla en lo peligroso. Hablan en un idioma secreto que solo ellas se entienden, donde las palabras claves son “Ana” (anorexia) y “Mia” (bulimia), usando estos nombres para referenciar a amigas para identificar el trastorno entre ellas. Aunque es una comunidad grande, es dificil de bloquear ya que los trastornos alimenticios no se identifican como enfermedad para tratar. Eugenia Cooney no referencia a Ana ni a Mia en sus vídeos pero sí hace guiños al contenido de la comunidad de Pro-Ana.
Por ejemplo, en un vídeo muestra un collar de mariposa a sus espectadores y estos insectos son un símbolo para las personas que forman parte del grupo; una manera de demostrar que forman parte del club. En el Instagram de Cooney, sube diariamente videos de dietas y rutinas dañinas. Hay varias influencers que dan consejos dietéticos dañinos y desmentidos por la medicina. El año pasado, la plataforma bloqueó algunos hashtags que promueven trastornos alimentarios. Sin embargo, una investigación de The Guardian demostró que ese tipo de vídeos seguían siendo accesibles.
Aunque Tiktok haya intentado bloquear cuentas peligrosas, aun el algoritmo es traicionero y llega a engañar. Por ejemplo, para una persona que puede estar en una situación de salud delicada relacionada con el peso, el algoritmo reconoce sus intereses —por supuesto relacionados con la comida y rutinas de deporte para adelgazar— y le propone contenido de este tipo. The Times hizo la prueba creando una cuenta falsa. Buscó vídeos relacionados con la pérdida de peso y a partir de ahí empezó a recibir contenidos relacionados con este tema, que en algunos casos era hasta peligroso.
Isabel Sais es psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria y trata a personas que sufren este problema. Comenta en que estos trastornos ocurren cada vez más temprano, a veces hasta antes de la pubertad, y de que hay correlación con que los niños al mismo tiempo empiezan a usar más y más pronto las redes sociales. Los trastornos tienen orígenes desde muchos factores; pero cree que el entorno familiar, digital y personal son los más decisivos.
La idea sería que los padres en principio supiesen sobre las redes sociales y les explicasen a los hijos cómo funciona, y lo traicioneras que pueden llegar a ser. Los adolescentes, explica Isabel Sais, tienen la necesidad de pertenecer a un grupo y de obtener aceptación. Si no se les da apoyo para trabajar en su juicio crítico, continúa, al final se dará veracidad a influencers que publican contenido perjudicial para las personas con un TCA. Aunque este dilema ocurría incluso en los tiempos antes del Internet, cuando los jóvenes eran influenciados por las revistas de belleza y películas.
La normalización de lo tóxico
El problema ahora, según la revista Hipertextual, es que no importa cuando trabajen las redes sociales en censurar estos fenómenos, el contenido y masivo y expuesto tanto, que ya no nos afecta. Lo vemos como algo común del día a día. Comunidades en redes como Tumblr y Tiktok fomentan la minimización del pensamiento individual a favor del pensamiento colectivo, todos pensando y actuando lo mismo. Por años se fomentó en estas redes ideas como Sano En Cualquier Tamaño (Healthy at Every Size), originalmente un movimiento con buenas intenciones, criticando los injustos estándares de belleza de la sociedad, y dando prioridad a los diferentes cuerpos que hay en el mundo; pero al volverse ideas tan populares fueron apropiadas por colectivos con objetivos más nefastos. Dos ejemplos de estos son los BBW o el thinspo, comunidades que promovían la obesidad o la bulimia respectivamente por razones estéticas o deseos sexuales más que por el beneficio de la persona.
Aun así, los datos son preocupantes; en Estados Unidos, los menores de edad que sufren de trastornos alimenticios incrementó un 119% en los últimos años.
Para tratar esto, Saiz recomienda que lo necesario sería velar sobre cómo los menores usan su tiempo en las redes sociales, y siempre observar y analizar el contenido. Fomentar el juicio propio y crítico, y siempre tener una conversación plena y abierta con el menor.
Siempre habrá críticas sobre los influencers y el mundo de la dieta. Siempre habrá críticas con buenas intenciones que se ahogarán mediante olas de odio y acoso. Pero también es necesario fomentar la educación nutricional y no siempre depender tanto de las redes como fuente de información.
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