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Alejandro Dumas: A 150 años de su muerte entre condes y mosqueteros

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Fecha Actualización
Si a un lector le gusta deleitarse con las descripciones meticulosas y a la vez fascinarse con las aventuras, es hora de que (re)descubra al magnífico narrador que fue Alejandro Dumas, padre (1802-1870). Maestro del estilo y el suspenso, creador de atmósferas como todo hombre que aún vivía los aires del romanticismo en la piel, pero con un pie en el nuevo realismo, el viejo Dumas dejó solo con dos libros inolvidables (de una vasta bibliografía) su deuda saldada con la literatura: “Los tres mosqueteros” (1844) y “El conde de Montecristo” (1845).
Después de 150 años de su muerte, ocurrida el 5 de diciembre de 1870, sus tramas aún capturan la atención tanto como el perfil de sus personajes. En el caso de Alejandro Dumas (padre), como casi siempre sucede, la literatura reemplaza en el imaginario del creador algo que la vida le arrebató o no le dio en abundancia: grandes castillos, amores contrariados, aventuras arriesgadas, felicidades y tristezas de un inhumana intensidad; todo se vuelve posible en el mundo de sus ficciones.
Por eso es que la literatura surge desde algún ángulo de la realidad, una parcela de esta entonces se filtra y renace con los recursos de la ficción, con sus recreaciones y nuevas visiones. Un punto de origen real es muchas veces vital para que la ficción tenga un vínculo que la active con la vida. Eso pasó con Dumas, cuyo conde de Montecristo y varios rasgos de sus mosqueteros inmortales le deben mucho a un hombre real: su padre. Un militar negro, haitiano, con quien se relacionó indirectamente de una manera contradictoria, en medio de recuerdos vagos, testimonios, historias y leyendas que Dumas decidió creer como escritor.
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Dumas publicó sus novelas por partes, como era usual en el siglo de los grandes novelistas. Los folletines que venían con los diarios fueron muy populares y él lo fue tanto o más que su también famoso hijo homónimo (1824-1895), el autor de “La dama de las camelias” (1848).
LA FIGURA CENTRAL DE UN PADRE NEGRO Y MILITAR
El paradigma del general Thomas-Alexandre Dumas, padre del escritor y a quien llamaron el “Conde Negro”, fue un peso vivo para la literatura dumasiana. Siempre lo reivindicó y tuvo presente, más aún al saber que había sido un militar de la Revolución francesa, poco reconocido probablemente por razones racistas.
Thomas-Alexandre Dumas (1762-1806) era haitiano y concibió a Alejandro cuando tenía 40 años de edad. Moriría en 1806, a los 44 años de un cáncer, cuando el futuro escritor tenía apenas cuatro años. Este personaje fue hijo de un aristócrata caído en desgracia que buscó dinero en el Nuevo Mundo, pero sin fortuna. Vivió una relación clandestina con una esclava negra llamada Marie-Césette Dumas, la madre del escritor.
Dumas supo de alguna forma que el padre de su padre, su abuelo, necesitado por regresar a Francia para recuperar algo de su fortuna, vendió a su hijo Thomas-Alexandre como esclavo, aunque luego, tras recuperar su herencia, lo buscó y liberó. Ese adolescente se convertiría con los años en un experto espadachín y se convirtió en “el primer general mulato de un ejército europeo”.
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Se supo que fue sobresaliente en el combate y en el campo de la estrategia militar. Peleó también en tiempos de Bonaparte. Su nombre casi olvidado se recuperó al punto de tener una estatua en París, pero que fue destruida en 1940 por los alemanes en tiempos de la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial.
Para muchos estudiosos, ese personaje de novela que fue su padre, se convirtió para Alejandro Dumas en una presencia permanente de su mundo imaginario, en el universo ficticio que él construyó con su memoria, sensibilidad y sentido creador. Y así, algunos o muchos rasgos de este hombre (héroe personal del escritor) se coló entre sus personajes; sin ninguna duda “El conde de Montecristo” y en varios caracteres de “Los tres mosqueteros”.
EL VÍNCULO PATERNO SE ESTUDIÓ RECIENTEMENTE
Aquello está seriamente estudiado por Tom Reiss, autor de “El conde negro” (2013), quien así lo determina al seguir las hazañas militares del padre de Dumas y ver, a la vez, las huellas o marcas que la realidad ha dejado en la confección de muchos de sus principales personajes.
Reiss, ganador con ese libro del Premio Pulitzer 2013 en la categoría “Biografía”, reivindica con el padre de Dumas a ese “primer Alejandro Dumas”, el de los rasgos heroicos como la valentía y la fuerza descomunal; pero también las penurias de una prisión injusta, la injusticia y el maltrato en general. Al parecer, el escritor nunca dejó de tenerlo presente.
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Alejandro Dumas (padre) fue tan prolífico literariamente como Balzac. Sus estudiosos cuentan que llegó a la suma de 646 obras, entre novelas, cuentos, relatos, dramas y crónicas de viaje. Se dice también que contaba con colaboradores que terminaban sus libros, pero la única verdad es que allí están esos libros para quienes deseen entrar a su fascinante mundo literario.
Sus orígenes, sus raíces negras lo siguieron por todos lados y tuvo que hacer frente y responder a las frases casi siempre burlonas y despectivas de otros escritores que lo nombraban como “Ese negro” (Balzac) y hasta lo tildaban (Verlaine) de “Tío Tom”, comparándolo con el personaje de la novela de Harriet Beecher Stowe, “La cabaña del Tío Tom” (1852).
Las cenizas de Alejandro Dumas (padre) fueron trasladadas de Villers-Cotterêts al memorial del Panteón el 24 de julio de 2002 para conmemorar el bicentenario de su nacimiento.
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