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Alonso Ruiz Rosas: “La muerte marca un tono elegiaco en mi poesía desde el inicio”

El poeta arequipeño acaba de publicar el libro ‘En la ascensión’ (2021), a través de Paracaídas Editores. Perú21 entrevistó a Alonso Ruiz Rosas.

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Fecha Actualización
Un joven poeta tocó la puerta de la casa de su padre. Ese día Alonso Ruiz Rosas conoció a Oswaldo Chanove, unos años mayor que él. Empezó una fraterna amistad, y kilómetros después una relación literaria. Así nacería la revista Ómnibus, que se publicó un día cabalístico: el 7, del 7 de 1977. Los poetas Misael Ramos y Charo Núñez también fueron pasajeros de aquel viaje. Alonso migró a Lima, donde se unirían a la revista los escritores Óscar Malca y Patricia Alva. Ruta que se desviaría hacia otra revista, Macho Cabrío. Alonso empezaba a transitar por caminos paralelos pero cercanos: el periodismo, la poesía y la gestión cultural. “Admiro mucho la obra de ellos”, me dice sobre sus colegas el hijo del insigne poeta arequipeño José Ruiz Rosas (1928-2018).
Su padre leía poemas en casa; sonoros, musicales; uno era “Los motivos del lobo” de Rubén Darío; otro, “En la ascensión” de Fray Luis de León; tonos que en cierta medida ha heredado. No era adolescente, ya era un joven, era su primer libro, Caja negra, que surcaba 1986; contenía dos poemas rescatados de sus 17 y 18 años; dos poemas elegiacos, que ya anunciaban a la muerte como una constante en su cartografía poética. Todos, factores que ahora desembocan en el libro En la ascensión (Paracaídas, 2021), que acaba de ser presentado. Poemas escritos en los últimos dos, tres años, detalla el autor de 62 años, que ya piensa que es hora de reunir su poesía en un tomo.
El poeta está en Lima y me recibe en su departamento. Modula las palabras. Es concreto, exacto. En muchas preguntas intento respuestas que expliquen la poesía, su poesía. Pero en algún momento advierte: “La poesía es mejor leerla”. Y respondo: también hay que leer a los poetas después de su obra. Su mirada penetrante, cautelosa, suspicaz parece expresar su desacuerdo.
-¿En qué momento de su vida llega En la ascensión?
Un poco el tema de este libro tiene que ver con la trascendencia. Y en los tiempos actuales la ascensión más inmediata que tenemos es el vuelo aeronáutico, volar en un avión; el poema juega un poco con esta realidad tangible, palpable de la ascensión contemporánea y, al mismo tiempo, trata de abordar la otra ascensión, que pertenece más bien al mundo de lo escatológico, de lo que no conocemos. Cuando era adolescente empecé escribiendo una elegía que pasó, desde luego, al olvido.
-Entiendo que fue a los 12 años.
Por ahí, a los 12, 13 años. A partir de ahí he sido, creo, una persona que, sobre todo, tiene un tono elegiaco en su poesía.
-¿Por qué a los 12 años alguien escribe una elegía?
Algo lo habrá conmovido.
-¿Recuerda qué?
De niño viví cerca a personas mayores, murieron varias de ellas. Y seguramente estas muertes vistas de chico me debieron haber impresionado mucho. Era expresar un sentimiento de pesadumbre y de preocupación seguramente. Era un mundo de muertes familiares cercanas.
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-¿Se podría decir que, de alguna forma, la muerte lo vuelve poeta?
No. Lo que diría es que la muerte marca un tono elegiaco en mi poesía desde el inicio.
-¿Y qué lo vuelve poeta?
Uno se vuelve poeta porque te sale escribir poesía, porque es lo único que puedes hacer desde el fondo.
-¿Como algo divino?
Algo humano, algo tuyo.
-¿Como un don o algo que se cultiva?
Había una frase de Ribeyro sobre la vocación literaria, que en este caso la poesía es algo más que una vocación literaria; decía que primero empieza como una afición, después se vuelve una pasión y al final es un vicio. Pero digamos que la poesía es algo que uno descubre y se apodera de uno.
-¿La poesía ha sido su único camino posible o intentó ir por otra ruta, otra profesión?
La poesía no es una profesión, es una vocación distinta. No te vas a ganar la vida como poeta, tienes que hacer otras cosas. El sentido de la poesía para el que la escribe es encontrarle un sentido a la vida.
-En primera instancia, En la ascensión es un vuelo sobre la muerte, la trascendencia. Pero también creo que es una forma de narrar la vida.
Sin duda. Quizás pueda decirse que hay una contraposición de la experiencia sensorial, que es la experiencia del cuerpo, y la preocupación por una trascendencia que es un misterio.
-Me dejó la impresión de que empezamos a morir desde que nacemos.
En cierto modo sí. Hay un verso clásico de Jorge Manrique en las “Coplas a la muerte de su padre” donde dice eso.
-¿El oficio del poeta es saber modular las palabras?
Sin duda.
-¿El silencio qué papel juega?
Es el espacio que puede coger esas palabras o también deshacerlas. El silencio, en cierto modo, cerca a la poesía. Hay un verso magnífico de Martín Adán que dice: “Poesía no dice nada, poesía se está callada escuchando su propia voz”.
-¿A usted le preocupa expresar silencios?
Me preocupa que diga lo que trato de decir.
-¿Tan esencial como eso?
Yo creo que sí.
-¿Un poeta es más un artesano?
También hay una dimensión artesanal. Y también una dimensión de misterio y de experiencia vital.
-Usted ha escrito sobre cocina y es arequipeño. ¿Un poeta es también como un cocinero de palabras?
Sí, podría decirse. Es una imagen interesante. Su arte consiste en combinar las palabras de manera que saquen chispas y pase algo. Hubo un poeta que era Rodolfo Hinostroza, que publicó un libro bonito: Primicias de cocina peruana, y era muy buen cocinero. Toño Cisneros también era un sibarita, una persona que hablaba mucho de cocina. Hay un poema sobre el lenguado, muy bonito, de Pablo Guevara, magnífico poeta.
Interrumpe la entrevista. Se para y camina a la cocina para preparar café. Le pregunto si tiene algún método para prepararlo.
Pones la cafetera y ya está.
-Usted es un poeta pragmático.
Creo que soy un hombre pragmático. Toño Cisneros era un poeta muy pragmático. Blanca Varela era una mujer absolutamente práctica, con los pies en la tierra y muy eficaz en lo que hacía.
-¿Hemos romantizado mucho al poeta?
A veces hay una idea un poco engañosa de los poetas.

AUTOFICHA:
- “Soy Alonso Ruiz Rosas. Tengo 62 años. Nací en Arequipa el 13 de enero de 1959. Siempre mantengo vínculos muy profundos con Arequipa. Estudié un año en San Marcos y volví a Arequipa. Estudié en la U. de San Agustín, estuve casi tres años”.
- “Después viajé a Europa, estuve un par de años, volví, trabajé con Toño Cisneros en El Caballo Rojo. Muchos años después hice un máster de Gestión Cultural en Barcelona. Empezando la década del 90 creé el centro cultural de la San Agustín. En esa época no había un centro cultural en el Perú, fue pionero”.
- “Lo mío no ha sido una carrera académica sino sobre todo trabajar en la gestión cultural. Creo que he publicado siete libros de poemas. También he publicado libros de cocina arequipeña. La cocina tiene una presencia casi horizontal en la sociedad arequipeña, gracias a una institución como la picantería”.
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