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Arcade Fire en Lima, noche épica de carnaval indie [CRÓNICA]

La banda canadiense llegó al Parque de la Exposición con su gira Infinite Content.

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Fecha Actualización
El ring, más de 10 músicos en escena y el sonido épico de Arcade Fire. Como si fueran estrellas de boxeo, los músicos ingresan al escenario para crear una armonía orquestal que llene los rincones del Parque de la Exposición. Con cinco discos y un Grammy a Mejor Álbum del Año, llegaban como pesos completos de la escena indie y lo pedían todo con el single que titula su último álbum: “Everything Now”. La inmediatez y frivolidad contemporáneas. “Cada vez que sonríes es de mentira, deja de fingir”, cantaba su líder, Win Butler. Saltar y confundirse en esa euforia disco. Pop bailable, inteligente, cuestionador.
En el segundo asalto, tocan otro single de su última producción para enardecer a una audiencia que mostró “Signos de vida”. Con una contundente puesta en escena, más que miembros de la ficticia empresa Everything Now Corp., Arcade Fire era un ejército de multiinstrumentistas que alternaba violines, tambores, guitarras, piano, sintetizadores, dos baterías, entre otros, en su algarabía musical para entonar estribillos inolvidables, himnos pop de esta generación. Un público joven ha esperado la mitad de su vida para verlos en vivo.
“Arcade Fire: banda vinculada a grupos extremistas”, se leía en una de las noticias falsas que difundieron como campaña de su última grabación, crítica con la vida contemporánea, acompañada del lanzamiento de productos falsos y múltiples perfiles en redes sociales. Lo cierto era el extremo despliegue de los músicos, sobre todo de Will Butler, hermano de Win, incontenible en toda la presentación, escapándose del escenario para gritar y saltar con los asistentes, de un lado al otro, con “Rebellion (Lies)”, con tambor en mano. La noche mostraba su rebelión.
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Lo que caracteriza a la banda es su eclecticismo, que ensambla el acervo de la new wave y ritmos festivos. Los gigantes del rock alternativo lo demostraban con “Here Comes the Night Time”, que incluyó la quena de Checho Cuadros e Inka Latin Jazz como invitados. Las leyendas del indie-rock seguían a los músicos nacionales, que se sumaban a la fiesta al lado derecho del estrado, mientras Richard Reed Parry gira con la bandera de Perú en la mano. Siguió “Haití” y Regine Chassagne, parte del núcleo creativo del grupo con su esposo Win, cantó a los orígenes de su familia.
Energía indie en escena
“¿Qué diablos está pasando en Perú?’”, se pregunta Win al pensar en las bandas que han llegado a nuestro país en los últimos años. Alegres de tocar en Lima por primera vez, dedican la desbordante “No Cars Go”. En su gira latinoamericana han recorrido México, Chile, Colombia y ahora los referentes del rock del siglo XXI nos llevan a un lugar imaginario, adonde no llegan los autos ni los barcos. Un viaje necesario, comandado por la enérgica batería de Jeremy Gara. También un recorrido de su trayectoria, pues la versión original de la canción se encuentra en su EP debut.
En lo alto, una esfera de discoteca gira con “Electric Blue” y canta Regine con movimientos robóticos, descontrolada por los sonidos eléctricos de su último álbum, al cual pertenece también “Put your Money on Me”. Era un espectáculo cinemático, potente y crítico, que busca trascender los tiempos de la música descartable. En la pantalla, un contador de dinero aumenta sus cifras y Win y Régine cantan al vacío de la fama. La banda sabe lo que es capturar la cultura del momento, y a eso apunta el disco que produjeron Thomas Bangalter (Daft Punk) y Steve Mackey (Pulp).
Atmósferas y paisajes pesimistas trajo “Neon Bible”, del disco homónimo, grabado en Quebec, en una antigua iglesia que la banda adquirió para tocar. Una letra profunda, apocalíptica. Win convencía al auditorio de que no tenemos posibilidad de sobrevivir. Tras “Ocean of Noise”, “Neighborhood (Tunnels)”, los acordes íntimos de la vida en el vecindario, la juventud, el amor idealizado de la adolescencia. Con parte de los ingresos del concierto, la agrupación donará fondos a Partners in Health, organización con proyectos solidarios en salud en nuestro país.
Estamos en el cine: “Arcade Fire presenta Los Suburbios”; al menos eso dice el cartel en lo alto del estrado. Lo que sigue son melodías sentidas, tocadas en el piano de Win y un coro memorable: “A veces no puedo creerlo, estoy dejando el sentimiento en el pasado”, con imágenes del video grabado con el director Spike Jonze. Y es que la música de los canadienses contiene la añoranza de la juventud, con sus ilusiones y sus miedos; por eso es celebración y tristeza. Crecer es despedirse.
Tras la violencia y los saltos que impulsó “Ready to Start”, Regine se hizo protagonista en “Sprawl II”. En la pantalla, “Por favor, prende las luces de tu celular”. Entonces, Lima era una marea encendida que coreaba, gritaba, silbaba. Siguieron “Reflektor”, “Afterlife”, “We Exist”, “Creature Comfort” y se retiran de escena con “Neighborhood #3”, con su derroche de guitarras, de lo mejor de su pop barroco. La orquesta indie, envuelta en éxtasis, sudaba, se unía en sus coros explosivos, hacía del concierto una emocionante experiencia colectiva y Win se toma un selfie con el público.
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Ecos finales del rock alternativo
Al volver, la letra más conmovedora: “Tal vez no merecemos amor”, “We Don’t Deserve Love”, que dejó a Regine arrodillada en el centro del escenario para cantar con las manos en el rostro “Everything Now (continued)”. La voz resignada y la cadencia que puede dejar heridas abiertas. En entrevista con Perú21, Tim Kingsbury comentó que “la música se ha vuelto bastante descartable. La mayoría de gente escucha por streaming, escucha y olvida. Con Everything Now queremos hacer algo que tenga más impacto”.
El gran final tuvo los tonos altos de “Wake Up”. La invocación desgarradora a no crecer de Arcade Fire, pues solo veremos corazones fríos y mentiras. Por eso, es necesario despertar. Una canción para el nuevo milenio, que interpretaron junto con David Bowie en 2005. El coro suena rutilante, definitivo con apoyo del público. Con el recuerdo del intergaláctico Ziggie Stardust, los músicos de Montreal se convirtieron en ídolos en Lima en una noche de catarsis, rejuvenecedora, hipnotizante.
Uno podía quedar deslumbrado ante esa apuesta coral por la performance, el compromiso emocional de los intérpretes, el relato de las derrotas cotidianas. La fiesta ha sido infinita porque el sonido novedoso que inauguró el celebrado Funeral (2004) se va convirtiendo en un clásico. En la música de Arcade Fire conviven el escepticismo y el entusiasmo, la melancolía sonora y la euforia orquestal, el presente hostil y el refugio del pasado, el mundo que se desbarata y la inocencia de la primera juventud. Tal es su esencia. Al finalizar el día, con todos sus compases, tal vez no merezcamos el amor. O tal vez sí.