Cocinar con el corazón: Los chefs de la Casa de Todos

5:30 a.m., es la hora de ingreso, pero todos llegan 10 a 15 minutos antes. Una señal del compromiso que han asumido. En la entrada tienen escrita la frase: “Hoy vamos por los mejores clientes de nuestras vidas”. Esta es la emotiva y ejemplar consigna del grupo de cocineros que dedican sus días a preparar los menús para quienes han sido albergados en la Casa de Todos, ubicada en la Plaza de Acho. Son unos 50 cocineros que, de manera voluntaria, contactaron a las autoridades para ayudar como mejor saben.

¿Por qué apuestan por el anonimato? “Tenemos dos razones”, explica a Perú21 uno de ellos. “Primero, no pedimos nada a cambio, ni esperamos las gracias. Sentimos que es nuestro deber. Y segundo, queremos que el centro de atención sean los rostros de las personas que están viviendo allá”, agrega.

Este esfuerzo también busca que como comunidad nos preocupemos por las personas que viven en la calle y que cuando termine esta crisis, continuemos trabajando por ellos.

Los tres principios que rigen su trabajo son nutrición, salubridad y sabor. El primero responde a que cada comida está pensada con la ayuda de una nutricionista tomando en cuenta el estado de salud de los comensales. “Saben si alguien tiene alergias o alguna restricción alimentaria, como el cuidado con la sal o el azúcar”, explica Miguel Ríos, coordinador general de la Casa de Todos. El segundo principio no solo tiene que ver con lo básico de contar con un espacio limpio, sino también con el control riguroso de las instalaciones ante el COVID-19. Trabajan desde una cocina remota que se limpia de 3 a 4 veces al día. Además, cuando hablamos de salubridad, también recalcan que la Municipalidad de Lima se preocupa por ellos. “Contamos con personal de control sanitario en nuestro centro de trabajo. Se nos toma la temperatura a diario y se vigila que cumplamos un protocolo de protección adecuado. Al día, somos un grupo de 12 chefs en la cocina y otras cuatro personas que ven la logística”, detalla el cocinero.

Esta labor solidaria impacta en la vida personal de los voluntarios. “Algunos del equipo han tenido que empezar a vivir solos como medida para evitar el contagio a sus familias”, explica nuestro chef anónimo. Pero a pesar de los sacrificios, todos los días llegan contentos y con ideas para implementar en el menú.

Y el tercer principio es el sabor. El equipo busca darles alegría a los comensales. Quieren que cada bocado mueva sus sentidos, que exploren sabores nuevos y que, tal vez, los lleve a algún recuerdo.

Se trata de un grupo de chefs de gran calidad que utilizan su creatividad para aprovechar las donaciones que reciben. “Por ejemplo, hace unos días estábamos haciendo un locro pero nos dimos cuenta de que no iba a alcanzar el zapallo. ¿Qué hicimos? Lo combinamos con camote y quedó buenísimo”, narra.

En este corto tiempo ha florecido el cariño por las personas del albergue y un entendimiento de que sus vidas no ha sido fáciles y se merecen lo mejor.

“Trabajamos como si estuviéramos haciendo el menú de degustación más importante de nuestras vidas”, subraya.

A partir de esta experiencia positiva, la Municipalidad de Lima, la Beneficencia de Lima y la empresa privada impulsan el programa Cocina de Todos, que busca asegurar la alimentación a las personas más vulnerables del Cercado de Lima. Diariamente se entregan 2 mil raciones de comida en dos puntos: el comedor de las Hermanas Nazarenas (Jr. Chancay 554) y el comedor Santa Teresita de la Beneficencia de Lima (Jr. Apurímac, frente al Parque Universitario).

Cuando se dice que la comida une a los peruanos lo entendemos por el orgullo que sentimos, pero en estos tiempos la frase cobra una nueva dimensión: la solidaridad. Y sabemos que los cocineros no necesitan un agradecimiento por su labor, pero queremos hacerlo, con palmas y de pie. Gracias por también alimentar nuestros corazones.