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Columna vertebral: Hola, choledad

“(‘De dónde venimos los cholos’ de Marco Avilés es) quizá uno de los libros de crónicas más importantes y poderosos de los que se han publicado en nuestro país”.

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Antes de leer este libro, pesqué un par de comentarios afirmando que el título no se correspondía con su propuesta y contenido. Después de leerlo, puedo decir que es una aseveración algo superficial, pues De dónde venimos los cholos de Marco Avilés sí procura abordar la cuestión que anuncia en la portada. Lo que sucede es que, como suele ocurrir con la buena literatura, no lo hace directamente; acomete esta misión autoimpuesta por medio de un viaje tanto geográfico como histórico y autobiográfico en el que, por medio de distintos personajes, manifestaciones y descubrimientos, la pregunta sobre su origen y circunstancia va quedando saldada.

La crónica en el Perú cobró nuevos bríos a principios de siglo cuando una camada de jóvenes escritores —pienso en Julio Villanueva Chang o Jeremías Gamboa, entre otros— se reunieron alrededor de la revista Etiqueta Negra, poniendo al día un género que, salvo algunos esfuerzos individuales y dispersos, exigía una urgente modernización entre nosotros. Pues bien, pienso que el libro que Avilés ha publicado hace pocos meses significa la más alta conquista que hasta ahora nos ha brindado ese grupo de jóvenes autores y, a riesgo de sonar terminante, quizá uno de los libros de crónicas más importantes y poderosos de los que se han publicado en nuestro país.

El libro inicia con un texto en el que Avilés nos presenta hechos y sensaciones de su infancia y su adolescencia sobre las vergüenzas, confusiones e injusticias que significaba ser cholo en aquella Lima de principios de los años ochenta, una ciudad oscura, solitaria y hostil para los migrantes provenientes de las regiones de la sierra asoladas por Sendero Luminoso y su estela destructiva. Estas reflexiones ponen en marcha un periplo que comienza en las alturas de Chumbivilcas y finaliza en los restaurantes de una capital que debe su luminosidad actual al legado de "millones de personas que saboreaban sus comidas mientras pensaban en los pueblos que acababan de dejar".

La recompensa de ese largo trayecto es un puñado de crónicas, varias de ellas memorables, en las que nuestro autor explora costumbres e idiosincrasias que lo remiten a su propia experiencia y a la necesidad de volver a sus fuentes. Así, pasamos por una certera revisión del Takanakuy, que a los ojos prejuiciosos de un occidental puede ser una ceremonia bárbara y violenta, pero que ante la precisa mirada de Avilés se transforma en una fiesta catártica que refuerza la unidad y el entendimiento comunal; continuamos luego como espectadores de un divertido y vibrante partido de fútbol entre las recias mujeres de dos pueblos rivales de Churubamba, para luego sumergirnos en las visiones apocalípticas del poblado puneño de Carancas, conmocionado por la caída de un meteorito que puede ser ocasión para fomentar el turismo o motivo para los peores presagios.

Lo admirable de estas piezas no es solo su estilo trabajado y sugerente, sino la forma en la que Avilés, a diferencia de otros textos que se acercan a universos semejantes, no asume la realidad presentada desde la condescendencia y rechaza el enfoque pintoresco o la incursión que se agota en la mera anécdota. Más bien, cuando terminamos de leer cada apartado sentimos que una parte de la disquisición que da título al libro se va respondiendo por caminos insólitos e inéditos. Avilés muestra sin excepción un tremendo respeto por los personajes de sus crónicas: sabe que en cada uno de ellos –Guillermo Ayma, Benedicta Mamani, Pedro Miguel Schiaffino– habita una certeza que colabora en reencontrarse consigo mismo y consolidar una reconciliación interior. En el camino nos demuestra su oficio de cronista, su fina inteligencia, su gran sensibilidad y profunda empatía. Y por eso uno cierra este libro agradecido.

MARCO AVILÉS
  • De dónde venimos los cholos.
  • Seix Barral, 2016. 284 pp.
  • Relación con el autor: ninguna.
  • Puntuación: 4/5 puntos.