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Diego Lombardi, actor: “Cada vez la clase política es peor, solo ve por sus intereses”

Es parte de la obra de teatro ‘Monstruo de Armendáriz’, cuya temática, 70 años después, mantiene su vigencia. Perú21 entrevistó al actor Diego Lombardi.

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Aquel día almorzaron juntos en casa de su madre, la escritora Giovanna Pollarolo. Pero alrededor de la mesa solo estaban Joanna y él. Era el encuentro cotidiano de una administradora de empresas y un profesional de las industrias alimentarias. El estrés los llevó a deslizar la posibilidad de ingresar a yoga o, tal vez, teatro. “Hagamos teatro”, coincidieron sin mayor pretensión que encontrar reposo a la tensión laboral. Ingresaron al Club de Teatro de Lima. Diego me dice que su hermana no disfrutó tanto estar parada en el escenario. “Desde que me paré en el escenario, me di cuenta de que era mi espacio”, afirma 20 años después. Pero esa escena pasó, aunque algo quedó. Tres años después, ella fue a estudiar cine a Buenos Aires, siguiendo la tradición de su padre Francisco Lombardi; y él en el 2007 dijo “basta”. Eligió volver al escenario para no bajarse de él.
Diego Lombardi es parte de la obra de teatro Monstruo de Armendáriz, que va viernes y sábado, 8:30 p.m., y domingo, 7 p.m., en el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, jirón Sánchez Cerro 2121, Jesús María. Entradas en Joinnus. Un drama inspirado en el controvertido proceso judicial acontecido en Lima en la década de 1950 contra un afrodescendiente sentenciado a muerte por supuestamente haber violado y asesinado a un niño.
No jugaba a ser cineasta ni escritor. Jugaba fútbol. Quiso ser delantero. Hasta hoy juega de 9. “Bien metido para pelear con todo el mundo y chocar con todos”, me dice con voz firme. Le pregunto si es así en la vida. Baja el tono y admite que le gusta ganar y competir hasta cuando juega cartas, pero aclara que es el pacificador del grupo, que es complicado que pierda la paciencia, solo cuando cruza la pista en verde con sus hijas y un auto intenta pasar.
-¿Percibes una disposición diferente del público en este retorno a la presencialidad?
No estoy seguro. Sí siento la misma emoción de estar en el escenario y sentir cuando el público ríe, sentir la sonrisa, la risa, cuando llega el silencio intenso de la sala, que implica la atención absoluta. Esa sensación es maravillosa. Esa energía está contigo, te empuja, te impulsa, una especie de comunión, ida y vuelta todo el tiempo.
-La obra pone sobre la mesa en distintos tonos temas como la justicia, la violación, el racismo. ¿Cómo los asimilas?
Creo que la obra nos muestra, por un lado, el universo limeño de los años 50 y cómo mucho de eso sigue estando presente.
-¿Como qué?
El racismo; la justicia para algunas personas, para mis amigos, para mis conocidos pero para el ciudadano común es diferente. Todo el tiempo la obra deja la sensación de que ‘esto que estoy viendo aquí sigue pasando ahora’.
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-¿Y por qué crees que luego de unos 70 años persisten esas problemáticas?
Creo que no hemos logrado desarrollar una conciencia de país, una conciencia republicana, una conciencia de sacar el país adelante; todavía estamos con esta idea –y se ve claramente ahora– del interés de determinados grupos políticos de cualquier color por conseguir su beneficio personal, nada más. Siento que eso no ha cambiado nada.
-¿Eres optimista o pesimista con el Perú?
Siempre he sido optimista. Pero lo que está pasando en los últimos años no deja demasiado espacio para el optimismo. A veces da la sensación de que no hay salida; cada vez la clase política es peor, lo único que hace es ver por sus intereses personales.
-Más allá del caso concreto de la obra, ¿cómo enfrentar los abusos sexuales que hasta ahora persisten?
Hacer que castren a los violadores no solucionará nada. Creo que este es un tema que va mucho más allá; es por qué se está generando esto y tanto, por qué somos uno de los países donde pasa más; eso deberíamos estudiar, investigar y que esa información sea útil. Creo que tiene que ver con educación, con prevención. Ahora, la obra no va tanto por ese lado, la obra expone más sobre esta necesidad de armar un circo para desviar la atención de otras cosas más importantes que están pasando y que en eso participan un montón de estamentos de la sociedad.
-¿El teatro repara?
Más que solucionar un problema, es exponerlo, dejarnos en el aire la pregunta ‘¿qué hacemos?’. El teatro funciona como un espejo, me veo reflejado como público, es generar esa conciencia. Por eso el teatro tiene todos los años que tiene.
-¿El teatro cambiará luego de la pandemia?
El teatro presencial no cambiará; es único; lo que se genera en una sala de teatro no se puede transmitir a través de una pantalla.
-¿Es complejo lograr que en tiempos de virtualidad la gente asista a un teatro?
Me da la sensación de que la gente necesita salir, comunicar, vernos con nuestros amigos, compartir lo que sentimos.
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-¿Por qué Joanna y tú tomaron rumbos distintos a sus padres?
No fue consciente. Escogí Industrias Alimentarias porque me gustaba un montón la química, la física, los alimentos.
-¿Qué representa el apellido Lombardi?
No lo sé. En el caso de mi papá es uno de los cineastas más importantes de la historia del Perú, con películas claves e históricas. Cuando mi papá empezó a hacer cine en el Perú, era muy, muy difícil.
-¿Sientes alguna responsabilidad?
No. Es un empuje, un agradecimiento constante a lo que ha hecho mi papá por el cine. Eran películas que ganaban premios afuera en momentos en que el Perú venía mal; no ganábamos un partido de fútbol y alguna alegría había que tener.
-¿Te has impuesto alguna misión desde lo que haces?
Quiero seguir haciendo teatro hasta que me muera. Y eventualmente, me gustaría dirigir una película. Quiero aprender, escuchar, observar y sé que esa historia que quiero contar llegará en algún momento. Hay que estar atento a esas señales.
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AUTOFICHA:
- “Soy Diego Martín Lombardi Pollarolo. Nací en Lima. Tengo 47 años. Estudié Industrias Alimentarias, hice una especialización en Gestión de la Calidad para sacar mi tesis y de ahí entré al Club de Teatro de Lima, al taller de Roberto Ángeles y algunos talleres para completar”.
- “Ya no ejerzo Industrias Alimentarias, pero leo las etiquetas de los alimentos cuando los compro para ver si están bien o mal (ríe). Una de las cosas que más recuerdo fue el rodaje de la película Solos, fue un placer estar dos semanas haciendo cine en la selva”.
- “Y en lo teatral, la función que hicimos de Bolognesi en Arica en el Teatro Municipal de Tacna fue absolutamente conmovedora, nunca he sentido eso en un teatro. Una de las cosas que me gustaría hacer es Bolognesi en Arica debajo del arco donde están Bolognesi y Grau, al aire libre, con pantallas gigantes”.
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