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Gianfranco Brero: "Tenía miedo a que me dijeran que no era bueno actuando"

El aplauso es grato, pero cuando se me acerca un alumno y me dice que el curso que di le cambió la vida, es el mejor aplauso”, dice el actor.

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Pasaba cajas de un lugar a otro. No decía una palabra. Estaba sobre el escenario del teatro de la Universidad Católica. Era el año 72 e interpretaba un papel, a simple vista, anodino. En realidad, se enfrentaba a sus miedos, al joven tímido, el que había dejado Ingeniería y pronto pasaría a Literatura. Pero estaba en un escenario del que nunca bajó.
“Hoy lo que quería era dormir” son sus primeras palabras después del saludo. Sentados en una panadería miraflorina, me cuenta que un día antes estuvo trabajando hasta muy tarde, entrenando gente para hablar en público, en una jornada de diez horas. Gianfranco Brero es consultor y enseña sobre ser uno mismo y cómo encontrar la autenticidad. Pero también se alista para el estreno de las películas Norte y Papá x tres, el 5 y 12 de setiembre, respectivamente. “Enseñar me gusta porque ayudas a transformar a la gente y actuar es una de las cosas más deliciosas del mundo: si te gusta, estás perdido”, afirma.
¿Quién más habrías querido ser? “Mago y médico”, responde. Actuar y enseñar son una forma de serlo, porque se conoce el detrás de..., el artificio, el porqué, el truco. “Si quieres saber quién soy: soy un preguntón. El porqué me ha fascinado toda la vida. Es mi pregunta permanente”, subraya. Vamos por las respuestas.
Vuelves al cine con dos películas. Ambas tienen que ver, cada una a su manera, con la figura del padre.
Papá x tres es una historia divertida. Es un papá al cual la mujer le dice: “Me voy y te quedas con tus tres hijos”, y él es un papá absolutamente irresponsable y tiene que aprender a ser padre. Y Norte es la adaptación de una obra de teatro que Fabrizio Aguilar ha querido llevar al cine.
¿Qué tal padre has sido?
Habría que preguntarles a mis hijos (sonríe).
¿Tú qué crees?
He estado en el momento que se necesitaba. He sido un buen proveedor. Y he logrado ciertos niveles interesantes de comunicación con mis hijos. Una de las cosas que aprendí es que no tenemos que juzgar, sino escuchar y, eventualmente, apoyar. La libertad que le das a un hijo es “toma tu decisión y afronta”.
¿Y en qué fallaste?
Tal vez no he tenido la presencia suficiente en los momentos necesarios. A lo mejor he estado con la cabeza puesta en un trabajo o muy centrado en mi relación con mi mujer.
¿Qué tal hijo fuiste?
A los 20 me volví un rebeldón sin causa hasta que tuve que tomar mis propias decisiones. Yo era más como mi hijo: retraído, tímido. Entrar a la universidad fue un cambio radical. Primero, entré a Ingeniería a la Católica y era vivir en el mundo de lo cuadrado. Mi padre era ingeniero, pero él no me obligó. Terminé en letras y luego estudiando Literatura en San Marcos.
¿Querías ser escritor?
Nunca lo pensé. Vivía la fascinación de la literatura.
¿Hoy es una posibilidad?
He hecho mis intentos de escribir varias cosas, todas están a medio camino. Se requiere constancia y es un trabajo muy solitario.
¿Tú no eres solitario?
Bastante. El mundo de afuera, el que está asociado a la farándula, nunca me ha interesado. Termino mi chamba y me voy a mi casa. No me gusta todo lo de un estreno, la ceremonia, la alfombra...
Estudiando Literatura, ¿cómo llega la actuación? Eran los años 80.
La actuación me eligió a mí. Yo he coqueteado con la actuación desde siempre, pero nunca tuve las pelotas para poder dedicarme a ella. Tenía miedo de que me dijeran que no era bueno.
Entonces, ¿por qué te quedaste en la actuación?
Hizo que me encontrara. Fue una forma de perder el miedo.
¿Y has perdido el miedo?
No. El miedo existe, pero ahora soy mucho más conchudo (risas).
¿Hoy a qué le tienes miedo?
A la invalidez. A perder la conciencia. Estar enfermo, no poder valerme por mí mismo.
¿La muerte de tu padre aún es una herida abierta?
No sé si una herida, pero sí es un sentimiento muy fuerte. Mi viejo murió hace 30 años. Falleció de 65 años. Hasta mis 25 años mi papá era una especie de Superman, pero le dio un primer infarto y por primera vez descubrí que él era mortal. Once años después, papá murió de un infarto. Fuerte pues. Jode, jode duro. Desde la negación hasta la ira, todas las etapas las pasé. El año pasado fue gravitante, porque tenía la edad de mi viejo cuando falleció.
Tener a tu mamá contigo es un privilegio.
Este domingo cumple 97 años, pero hace dos años está con una hemiplejia producto de una isquemia cerebral. Sin embargo, mi madre es un modelo a seguir. Tiene sentido del humor y una sabiduría maravillosa. La adoro.
Volvamos al cine. ¿Tinta roja es la mayor cumbre en tu carrera como actor?
Sí. Es como Gabriel García Márquez a Cien años de soledad (risas). El personaje que hice es extraordinario, un regalo para cualquier actor, y me tocó.
¿Dudaste al hacer ese papel?
Eh, sí. Hicimos la película en 2000. El personaje tenía la edad que yo tengo ahora. Cuando Pancho Lombardi me dijo que quería que yo lo haga, le dije que lo hacía con una condición: “Si ves un ápice de mentira en lo que hago, no me dejes hacer el papel”.
Bueno, te ganaste el título de “gran actor”.
Cuando me dicen eso, respondo: ¿sabes cuál es la diferencia entre mi trabajo y el tuyo? En el mío, por las condiciones, me aplauden cuando lo acabo (ríe). No creo que haya grandeza en lo que se hace, lo importante es hacerlo bien.
Palmas para Gianfranco.
El aplauso es grato, pero cuando se me acerca un alumno y me dice que el curso que di le cambió la vida, es el mejor aplauso.
AUTOFICHA

- “Soy Gianfranco Carmelo Brero Pinasco. Mi madre había perdido a su primer hijo; entonces, cuando estaba embarazada, se encomendó a la Virgen del Carmen para que yo naciera sano y prometió que, si eso pasaba, me iba a poner de segundo nombre Carmelo (risas). Tengo 66 años, nací en Lima”.

- “Estudié Ingeniería y Letras en la Católica. Literatura en San Marcos. La actuación la aprendí encima del escenario. Actualmente leo, pero me interesan más los temas que explican los porqués. Debo haber hecho unas 20 películas, pero no todas con papeles principales”.

- “Me dedico a mi trabajo casi al 100% y cuando aparece una película, veo mi calendario y reviso si tengo tiempo disponible. El trabajo de enseñanza lo hago con empresas e instituciones, y también para algunas personas que eventualmente me contratan. Lo que hago es un entrenamiento con una visión especial”.
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