A sus noventa años, el embajador Roberto Villarán Koechlin es un gran libro de memorias. Durante sus más de cuarenta años de carrera diplomática visitó un gran número de países, entre los que se incluye una gran estadía en China, donde fue embajador en uno de los periodos más convulsos de la historia reciente del país asiático. Entre recuerdos y nostalgia repasa esos años, pero no olvida la otra gran pasión de su vida: Universitario de Deportes. Dos datos abren esta entrevista. El primero, que su padre, Víctor Villarán, fue uno de los 33 estudiantes de San Marcos que fundaron el club crema en 1924. El segundo, que nació en un año en que la U campeonó.
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Don Roberto, ¿cómo se viven estos años de retiro?
Le podría decir que con más tranquilidad. Nos tocó vivir en algunos países donde los momentos fueron bastante difíciles. Tuve una carrera diplomática de 42 años.
¿Cómo decidió iniciar una carrera diplomática?
Yo estudiaba en la PUCP y un buen día convocaron a un concurso de ingreso al Ministerio de RR.EE. Estuve allí durante varios años hasta que se creó la Academia Diplomática del Perú, en 1955, y yo fui parte de esa primera promoción.
Durante su carrera como diplomático, ¿qué momento recuerda con mayor nostalgia?
Estuve en lugares como Bolivia, México, Argentina, pero el lugar que más nos impresionó a mí y a mi familia fue China, adonde llego en 1985. Vimos el inicio de todo un proceso de modificación estructural sumamente importante. Fue el principio de lo que hoy es China.
¿Cómo se dio su traslado?
Yo estaba en Suiza, era representante permanente del Perú en la ONU. Un día vine a Lima, en 1985, y el ministro me dijo que me trasladarían a China porque querían establecer vínculos mayores. Llegamos a Pekín con mi familia en invierno, con casi 20 grados bajo cero. Todo era gris, no solo el clima, sino también las personas. Todas vestidas de gris, verde o azul. Conforme fueron pasando los días, China fue evolucionando.
Eran años difíciles para vivir en dicho país. Lo digo por las protestas en la plaza de Tiananmen en 1989.
Sí, se vivió primero con sorpresa, después con cierta incertidumbre, porque no sabíamos qué es lo que estaba sucediendo. China es un país donde el secreto se mantiene por siglos. Y alguna vez le pregunté a una señora que trabajaba con nosotros qué era lo que estaba pasando. Ella me respondió: “En 50 años lo sabrá usted, embajador”. Y esto era 1989.
¿Cómo se sentía personalmente?
Absolutamente sorprendido, porque en China las cosas no suceden por suceder. Se trató de un cambio generacional en todo lo que significaba la dirigencia China de aquel entonces. Había una fuerte presión de algunos grupos. Y se quería cambiar China, se exigían más libertades y cambiar el aparato político. Mi mayor preocupación, originalmente, en ese entonces no era mi familia solamente, sino que había un grupo de peruanos que teníamos que proteger.
Cambiando de tema, su padre fue hincha de Universitario.
Sí, mi papá, Víctor Villarán, y lo era desde que estudiaba en la UNMSM. Él formaba parte del grupo de alumnos que jugaban fútbol una o dos veces por semana. Primero se iban a jugar al Lima Cricket, generalmente jugaban contra los marineros de los barcos ingleses que llegaban al Perú. Él me contaba que terminaban con las piernas hechas un desastre, eran muy duros. Y, así, llegó el momento en que decidieron formar un club. Se juntaron los alumnos de las escuelas de Ingeniería y de Agronomía, y se pusieron de acuerdo en formar una asociación. Así, nació la Federación Universitaria de Fútbol. Ahí aparece mi papá como uno de los socios fundadores.
Es historia de primera mano.
Sí, él era uno de los estudiantes menores. Nació en 1903 y eso que te cuento ocurrió en 1924. El acta de nacimiento de Universitario es del 7 de agosto de 1924. Mi papá firmó el acta; él aparece en el documento.
¿Llegó a ver a Lolo?
Me acuerdo haber visto el 4-2 de la U ante Alianza Lima. Fue el último partido de Lolo, que salió en hombros. Lolo ya no jugaba y se discutía si ponerlo o no. Fue en agosto de 1953. Le hizo tres goles a Alianza; el otro lo hizo Juan Castro. Salió abrazado con Legario, el arquero de Alianza Lima.
¿Cómo describiría a Lolo?
Era un hombre sumamente modesto. Hacía un gol y bajaba la cabeza. Recuerdo verlo jugando contra Racing y al saltar contra un defensa argentino le da un cabezazo y lo priva. Preocupado, fue a pedirle disculpas. Lolo era un hombre que hacía un gol de cualquier sitio. No era de festejar mucho, respetaba mucho al adversario. Ponía la pelota a 40 metros y la clavaba en el arco. Chocaba la pelota con el palo y reventaba las pelotas. Era un futbolista que, si bien se convirtió en ídolo de Universitario, también lo fue del fútbol nacional. Estuvo en los JJ.OO. de Berlín en 1936.
¿Cómo definiría a la U?
Es una pasión popular. La institución siempre ha exaltado a su gente. Por ejemplo, los jugadores extranjeros que han llegado al club, cuando han metido goles, lo primero que han hecho es ir a celebrarlo con la barra, a festejar con los hinchas. La U es un símbolo nacional, y también los que han hecho grande a Universitario son los otros, sus rivales, como Alianza o Cristal.
¿Su papá le contó algo sobre el campeonato de 1934?
Mi papá me contó de los campeonatos y ahí aparece el de 1934. Yo nací ese año. Para él no hubo discusión: yo nací el año en que la U salió campeón.
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