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In memoriam: Felipe, una estrella

Es 2012 y las conmovedoras líneas pertenecen a Felipe Degregori. Son parte de una carta dedicada a su hermano muerto. Carlos Iván ha fallecido un año antes. Felipe lo extraña. No ha pasado un día en que haya dejado de recordarlo. Sus ojos han dejado de brillar un poco desde que su hermano mayor se fuera y todos lo notan. Felipe ha entrado en una suerte de duelo perpetuo. Le canta, le escribe, lo sueña. El hermano mayor se ha ido, un cáncer de páncreas –”el más chúcaro y doloroso de todos, como dijo”– se lo llevó tras una corta agonía. Carlos Iván, el reconocido antropólogo, el hombre que lo escuchaba, el que lo sostenía de sus derrumbes, el que cuidaba de él y su madre ya no estará para defenderlo ni para hablar de política.

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“Si hubiera podido escribir la carta larga que pensaba escribirte, la habría combinado con fragmentos de una canción de Joaquín Sabina, ‘Así estoy yo sin ti’. Dice su letra: ‘Como un pájaro en un desfile’, ‘perdido como el ojo del maniquí’, ‘así estoy yo sin ti’”.
Es 2012 y las conmovedoras líneas pertenecen a Felipe Degregori. Son parte de una carta dedicada a su hermano muerto. Carlos Iván ha fallecido un año antes. Felipe lo extraña. No ha pasado un día en que haya dejado de recordarlo. Sus ojos han dejado de brillar un poco desde que su hermano mayor se fuera y todos lo notan. Felipe ha entrado en una suerte de duelo perpetuo. Le canta, le escribe, lo sueña. El hermano mayor se ha ido, un cáncer de páncreas –”el más chúcaro y doloroso de todos, como dijo”– se lo llevó tras una corta agonía. Carlos Iván, el reconocido antropólogo, el hombre que lo escuchaba, el que lo sostenía de sus derrumbes, el que cuidaba de él y su madre ya no estará para defenderlo ni para hablar de política.
Es 2012 y Felipe le cuenta a Carlos Iván en la carta que ya es “invisible”. No se queja; solo le cuenta que parece haber desaparecido junto con él, ya que sus amigos se han esfumado. También reflexiona sobre la soledad. “Yo visito a nuestra madre diariamente, y muchas veces hablamos de nuestra soledad absoluta, casi sólida como un vidrio que se puede tocar. Conversamos de qué sentido tienen nuestras vidas; a veces, incluso, de para qué seguimos; ella, como siempre inteligente, con una sabiduría emocional enorme, me consuela, trata de que no me hunda, me da ánimos. Pero, lamentablemente, sus palabras no pueden traspasar el blindaje de acero que cubre mi corazón”.
Felipe es sincero con Carlos Iván en esta carta que le escribió un año después de su muerte. Está perdido y solo.
Nunca logró dejar de estarlo.

EL CINEASTA
Felipe nació en 1954. Soñó siempre con hacer películas. Inició estudios en Ayacucho y, posteriormente, Audiovisuales en la otrora Unión Soviética. Era la década del 70 y no desaprovechó la oportunidad de llevar estudios en Moscú. Coincidiría por aquellos años en dicho país con su primo, el escritor cusqueño Lucho Nieto Denegri.
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“Había un cine que se llamaba Barricada, que se especializaba en películas de arte, tanto occidentales como en películas de la edad dorada del cine soviético. Con Felipe siempre estábamos a la caza de estas cintas. Nos citábamos en ese cine. Quedaba en un hotel famoso que se llamaba Ucrania; ahora se llama Radisson. Eso, el cine, nos unía mucho”, recuerda Lucho sobre aquellos años.
Tras cuatro años en Moscú, Felipe volvería al Perú. Ya convertido en un cineasta, formaría una productora para hacer el cine que tanto le gustaba. Recordaría aquellos años como los mejores para hacer cine debido a la Ley 19327, una norma ya extinta que promocionaba la creación de cortometrajes y la producción de cine en general. “El día de mi suerte” fue el nombre de su primer corto. Hizo muchos más.
Y con la experiencia ganada en estas producciones, Felipe se animó a ir por el largometraje. Abisa a los compañeros (1980), una historia sobre un grupo de guerrilleros extranjeros que planean apoyar una sublevación en Cusco lograría buenas críticas y una buena acogida del público. Felipe se estrenaba dando a conocer su talento para involucrarse en el género policial y una gran habilidad para la narrativa de acción. Tres años demoraría en realizar su segundo largometraje: Todos somos estrellas (1993), acaso su película más aplaudida (como incomprendida). La comedia cuenta la aventura que emprende una familia que termina participando en un concurso televisivo. Lamentablemente, las condiciones de aquellos años de violencia fueron verdaderas trabas para su distribución.
Pero el reto vendría con Ciudad de M, su más grande apuesta. Sus amigos cuentan que Felipe creía tanto en el filme que no tuvo reparos en invertir una fortuna. Sin embargo, a pesar de contar con un reparto que incluía a jóvenes estrellas como Santiago Magil o Christian Meier, la producción no alcanzó el éxito necesario. “Sentí un agotamiento por tener que pensar, lamentablemente, en que la película tenía que ser un éxito comercial”, dijo alguna vez Felipe sobre este trabajo.
“El problema es la peculiaridad del cine. Hacer cine es demasiado caro en el Perú. Muchas veces los directores se endeudan, sobre todo cuando se trata de ficción. Felipe tuvo varias veces ese problema. Realizó largometrajes en los que contrajo cuantiosas deudas. Pero se recuperó y posteriormente se dedicó al cine documental, donde, con el apoyo de instituciones, le fue mejor”, recuerda Lucho, su primo.
Efectivamente, los años posteriores a esos tres largometrajes fueron mejores y aún más productivos para Felipe. Una gran cantidad de documentales nos sirven para conocer su talento y necesidad para sumergirse en problemáticas sociales. Peces de ciudad (2007), Chungui, horror sin lágrimas (2010) o No hay lugar más diverso (2012) fueron algunos de ellos.

FINAL
Hablar sobre los últimos años de Felipe no es fácil. Contar sobre su bancarrota y la depresión que lo embargó, tampoco, aunque sí importante. El cineasta pasó por duros episodios, cada uno más fuerte que el otro. Como si todo estuviese encaminado a un triste final. La soledad no suele dejar muchas opciones.
Su primo Lucho, desde Cusco, cuenta que apenas el año pasado intercambiaron mensajes a través de Facebook. “Notaba que estaba con ganas de retomar muchas cosas. Lo notaba optimista y me estaba diciendo que estaba reconstruyendo la relación con sus hijos, tenía planes para trabajar, quería dictar talleres de cine. Estaba confiado en que estaba bastante mejor y que pronto lo vería en Lima”, recuerda.
La vida no le alcanzó a Felipe para reconstruir todo lo que hubiese querido. Un vecino lo halló muerto en su casa hace unos días. Una gran pérdida para el cine peruano y una reflexión sobre la soledad y desprotección del Estado frente al cada vez más álgido problema de la salud mental.
Felipe ya está junto a Carlos Iván y a su mamá, quien falleció algunos años después.
DATOS:
Durante sus últimos años, Felipe realizó un voluntariado en la asociación La Casa de las Bienventuranzas. Dictaba un taller de cine.En 2017 se estrenó Todos somos estrellas, un documental dirigido por Patricia Wiesse con el mismo nombre de una de las cintas de Felipe. El documental de Wiesse tiene como protagonista a Felipe, quien vive en un garaje en el Rímac, desencantado entre recuerdos y culpas por la pérdida de su hermano Carlos Iván.
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