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Milagros Saldarriaga: “El hogar es importante para formar un lector”

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Fecha Actualización
Una vez encontró en el jirón Quilca del Centro de Lima un libro que había sido suyo. Caminaba por la pista y, a lo lejos, reconoció La casita bonita, obra rusa de la editorial Progreso. Se acercó. En la portada tenía dibujada a una zorra y a un gato bailando con pañuelos. La base era color crema y la parte de arriba de un marrón cocoa. De tapa dura. Lo reconoció porque su libro de infancia estaba deteriorado en la parte de arriba del lomo.
Hasta ahí podía ser una coincidencia. “No, no lo era. Es que no. La memoria de infancia es precisa. Tenía el lomo roto en un centímetro y medio”, precisa. Era su libro. Lo abrió y en la primera hoja llevaba escrito el número telefónico de su tía, la hermana de su madre. De padres sindicalistas, en su casa del Callao, tener teléfono o televisión en aquellos años no era una prioridad. La tía era el cable al mundo de los Saldarriaga Feijóo. Aquel número estaba escrito con plumón celeste. Era uno de los libros que más leía y que más le leían.
“Es mi libro”, le dijo a la vendedora. “Lo trajo un vendedor”, se defendió la comerciante. Pagó 14 soles para recuperarlo. La casita bonita había salido de su hogar cuando visitaron a una prima, entró en algún ciclo y en ese instante, en Quilca, volvía a sus manos; corría el 99 y tenía 24 años. Pero lo prestó y volvió a irse al mundo. “Creo que está en Pucallpa”, calcula y ríe Milagros Saldarriaga Feijóo, directora de la Casa de la Literatura Peruana, que este mes cumple 10 años. “Me encanta la materialidad del libro”, subraya.
Más allá de cumplir 10 años, ¿qué realmente se celebra?
Es importante celebrar con las personas porque son quienes han dado legitimidad a este lugar, quienes lo construyen con esa presencia constante. Y, además, no es solo llegar, sino recibir las propuestas, utilizarlas, cuestionarlas y volver. Hay una alta tasa de retorno.
¿La Casa de la Literatura es un refugio, una salvación?
Eso es en un sentido y no es arbitrario ni exagerado. No es una hipérbole lo que has dicho, porque una de las formas de pensar el arte es como un recurso de transformación, de restitución. Pero también tiene que ver con que es un recurso útil, que tiene que ver con la relevancia que se debe buscar.
¿Cómo te ha transformado un espacio como este?
Estudié Literatura, pero trabajé casi toda mi vida profesional en museología. (La Casa) de alguna forma me devolvió a esa relación con la literatura, ya no como lector libre, sino volviendo a pensar la literatura peruana, historia y grandes temas.
¿Por qué eliges Literatura?
Era algo natural, en casa se leía. Mi madre fue docente, profesora de escuela, había biblioteca de casa. Recuerdo que me leían tradiciones orales, “El zorro y el cuy” era mi favorita. Mi madre cambiaba los diálogos para hacerlos más divertidos. Eran finales de los 70. La primera vez que me leyó una novela fue Perros hambrientos. También nos leía las enciclopedias Salvat. Tengo claro que un hogar lector es un origen importantísimo para formar a un lector. Es probablemente uno de los mejores puntos de partida.
¿Qué debe pasar en el hogar para que ocurra eso?
Que se lea y se converse. Libros que van cambiando y se van incorporando nuevos libros. El hogar lector es importantísimo para formar un lector, y no solo un lector literario. También es importante una escuela que tenga clara la formación de los lectores, que tenga una biblioteca.
¿Hubo crisis vocacional en tu adolescencia?
Creo que quería ser médico.
Tu mamá ha sido como un espejo en la faceta de lectora. ¿Y el papá?
Él era el espíritu de la libertad.
¿Cómo se traduce esa frase?
Mi mamá proveía de normas interesantísimas porque la letra también es norma a veces, hay hasta un orden sintáctico. Ella tenía el método. Él era los puntos de fuga, el individuo que a ratos desaparecía solo. Yo también he sido muy vaga y andariega.
¿Te escapaste de casa?
Varias veces. De niña me escapaba para conocer. He caminado casi todo el Callao, vivía en La Perla, frente al colegio Leoncio Prado. Bajábamos a la mar brava. Con mis hermanos y fugas solitarias.
En la adolescencia debe haber sido más crítico.
Sí. Doloroso para mis padres. Yo discutía los límites.
¿Eliges Literatura también por rebeldía?
No quería estudiar, no fui a la universidad como cinco años. Vagué mucho, viajé.
¡Y está bien!
Lo volvería a hacer. No creo que a los 16, 17 se tenga la posibilidad de tomar decisiones determinantes para el resto de su vida. Fui a la universidad a los 23. No quería ser escritora, quería leer.
La Casa de la Literatura es un encuentro de todo lo que eres.
Condensa mucho de lo que me interesa. Descubrí la dimensión bibliotecológica y también se ha afinado mi aproximación a la pedagogía. He sofisticado la investigación en derechos culturales y política cultural.
¿Ha crecido la cultura de la lectura?
A pesar del crecimiento galopante y veloz de la cultura digital, la cultura escrita sigue generando deseo, pregunta y curiosidad. Es indispensable para tu participación ciudadana, para ejercer derechos y deberes plenamente.
¿Y estamos mejor que hace 10 años?
No. Tenemos lo mismo. La misma Ley del Libro, el mismo precarísimo sistema de bibliotecas, la misma precaria institucionalidad, la misma desigualdad en términos de acceso al libro.
¿Eso agota o es un reto?
(Se queda en silencio). El agotamiento es una condición tan efímera, uno se restituye y vuelve. Es una brega –con el aparato estatal– a veces frustrante. Estamos en el momento de sentarnos a discutir algo nuevo, a proponer algo nuevo. Toca.
AUTOFICHA:
- “Soy Milagros Olenka Saldarriaga Feijóo. Tengo 44 años, nací en el Hospital del Empleado. He crecido en el Callao. Estudié Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Museología y Gestión Cultural en la Universidad Ricardo Palma”.
- “He estado leyendo a González Prada, El intelectual y el obrero, es fascinante. He estado leyendo a Pilar Dughi a propósito de la exposición que tenemos La vida sin plazos. Escritoras en la ciudad de los 90. También he estado releyendo a Montserrat Álvarez”.
- “Ese periodo, finales de 80 y 90, es de quiebre. Ni la ciudad ni el país vuelven a ser iguales. Fue una crisis política que nos destruyó a todos. En medio de esa gran crisis hubo respuestas inteligentes, audaces y transformadoras de muchos creadores. Ellas refundaron el lugar de la mujer en la literatura”.