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Milene Vazquez: “Las cosas nunca están dichas, siempre puede aparecer un camino diferente”

Sus padres nacieron en Argentina. Se asentaron en el Perú y nació ella. Intentó vivir en tierras gauchas, pero el amor y la actuación la situaron en Lima, donde es actriz desde hace más de 25 años; hoy, en la telenovela ‘Los otros Concha’. Perú21 entrevistó a Milene Vazquez.

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Fecha Actualización
Su madre es Mabel Duclos, artista argentina que ya forma parte de la constelación de entrañables actrices peruanas. Y su padre, el locutor Osvaldo Vazquez, que vino al Perú para inaugurar el Canal 4.
Dice que era obvio que estudiara artes escénicas. Pero sus padres le pidieron que estudie algo más. Era una forma de decirle que la actuación era (y es) un trabajo inestable. Se trabaja hoy, pero mañana no.
Milene Vazquez nació en Lima y a los 13 años partió con su familia a Argentina, en años del gobierno de Raúl Alfonsín. A un país en crisis. Y volvieron al Perú. “La vida fue pasando. Terminé mi carrera, empecé a trabajar y fui creciendo, y me fui quedando en Lima. Luego me enamoré y ahí nos fundimos”, me dice y ríe. Tiempos en los que fue parte del elenco estelar de la telenovela Qué buena raza, hace más de 20 años.
Hoy protagoniza la telenovela Los otros Concha, creada por Del Barrio Producciones para América Televisión. Se transmite de lunes a viernes, a las 9:40 p.m. “En su horario es líder”, apunta.
Mientras acompaña a su madre en una cita médica, se da un tiempo y me da esta entrevista.
Una telenovela no deja de ser parte del entretenimiento, pero en el caso de Los otros Concha, además, se abordan temas siempre actuales: la corrupción y la infidelidad.
Temas históricamente universales. Y hablando de la corrupción, se tocó frontalmente hace más de 20 años cuando yo hacía Qué buena raza.
Y no han cambiado mucho las cosas. ¿O sí?
Para nada, seguimos en lo mismo. Según mi mirada, está vinculada un poco a la evolución del ser humano. Hay cosas que todavía no trascendemos, no aprendemos.
¿Aprenderemos?
Yo creo que sí. Pero también soy consciente de que para que las cosas existan, tiene que haber los opuestos. Esta gran dualidad de la vida: arriba, abajo.
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Tiene que haber buenos, no solo malos.
Así es. Eso marca la balanza. Es inherente al ser humano vivir en esa dualidad. Entonces, mientras exista gente más evolucionada, gente más trabajadora o gente más honesta, también habrá la contraparte. Hay que ponernos firmes con los organismos que sí deben tener una conducta, lo que no se puede permitir es que el Estado sea corrupto o que en las entidades que están para marcar una línea y para defendernos como ciudadanos la balanza esté a favor de la corrupción.
¿Eliges este tipo de producciones o son casualidades?
Con Qué buena raza yo era bastante más joven, era una gran oportunidad porque era mi primer protagónico, pero conocía de la carrera de Michel Gomez y él ha sido uno de los pioneros en tocar temas álgidos o que nos reflejaban o retrataban como sociedad.
¿Pero has procurado tener una línea de carrera?
Mira, no es algo que en nuestro país podamos hacer constantemente, el hecho de elegir. El trabajo escasea muchas veces; entonces, no es que ‘esto sí lo hago’, ‘esto no’. Muchas veces lo que hacemos es seguir trabajando porque necesitamos trabajar. Pero en cuanto a la línea de trabajo, lo que yo entiendo es conservarme en un lugar, poder hacer un trabajo digno, buscarle al personaje eso que a mí me llene, poder contar una historia que a mí me atraiga. En el caso de Catalina (en Los otros Concha), pareciera la pituca, pareciera la mujer superficial, pero en realidad es una mujer que no ha podido decidir por su propia vida, ha vivido siempre a la sombra de la madre, luego del marido, es una mujer a la que no le han dado la oportunidad para brillar, para desarrollarse, el marido no la mira, no existe, es como un mueble. Todo eso me interesa contarlo desde mi lado de mujer.
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¿Alguna vez te has sentido así?
No. Entiendo lo que le pasa, pero mis padres siempre me apoyaron. He tenido la oportunidad de elegir, y eso es enorme y valioso. Pero imagino que, en algún momento, todos nos podemos haber sentido no mirados o no reconocidos.
¿Te han etiquetado como pituca?
Sí (ríe). En un país como el Perú con tantos contrastes, es fácil que te etiqueten. El reto está en poder hacer, tanto en el cine como en el teatro, otros personajes para salir de ese encasillamiento.
¿Te has sentido pituca?
¡No! (alza la voz). Cero (ríe). Habría que definir qué es pituco, ¿no? Para mí el pituco es esa persona medio prepotente, que se cree superior, que cuenta quizás con un nivel socioeconómico o con algún apellido… Y no pues, yo no tengo nada de eso.
¿Y te ha tocado ser víctima de la infidelidad?
¡Ay, no, Mijail! (risas).
Nunca se sabe, Milene.
Tengo 23 años de relación. Imagínate. No hay relación perfecta. Y muchas veces, ojos que no ven, corazón que no siente. Mi esposo es tan buena persona, que yo no le ocasionaría ese daño. Si me llegara a pasar, habría una conversación anterior a que suceda un escándalo.
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Por tu voz deduzco que eres una persona recta. ¿Cuándo flaqueas?
El tema de mis hijos me sensibiliza mucho. Es muy trillado decirlo, pero sí me duele mucho la pobreza, el hambre, la necesidad, la injusticia. Son dolores con los que vamos conviviendo y muchas veces nos vuelven tan duros que ya no somos empáticos.
¿Cuáles son tus errores?
A veces soy confiada. Puedo ser un poco vehemente también: si quiero algo, le pongo mucha energía.
¿Y cuándo mientes?
Algunas veces a mí misma, cuando quiero justificar algo. Probablemente, también miento para proteger a otro, para no hacer daño. Trato de no mentir, pero creo que la mentira está presente todos los días.
Se dice que el actor es un mentiroso profesional. Estás entrenada para la mentira.
Pero eso me suena más a que tienes una careta constante. No, qué flojera, Mijail. ¿Te imaginas? Después del trabajo lo que quiero es venir a mi casa y ser absolutamente yo, con mis malos humores o lo que sea.
¿No te arrepientes de haberte quedado en el Perú?
No, pero creo que las cosas nunca están dichas. Siempre puede aparecer un camino diferente, quién sabe.
¿Eres optimista de lo que pase con Milei?
Mira, tengo sentimientos encontrados. Ya no podía seguir el país como venía siendo, creo que esa gente tenía que salir de todas maneras. Milei quizás no era la mejor opción, pero sí la más drástica; ahora, él es tan temperamental que nunca sabes para dónde va a disparar; eso me produce un poquito de desconfianza. Ojalá salgan adelante porque es un país rico y maravilloso.
Siempre buscas el equilibrio, Milene.
(Ríe y me obsequia unos halagos que mejor los guardo).
AUTOFICHA:
-“Soy Milene Alexandra Vazquez Cabello. Tengo 49 años, pero por supuesto me siento de 39 (risas). Nací en Lima. Estudié Marketing y publicidad, lo ejercí y luego me dediqué a la actuación; y en 2019 estudié coaching ontológico en una escuela chilena”.
-“En pandemia ejercí el coaching ontológico virtualmente, hubo necesidad de la gente por ser oída. De las producciones que he hecho recuerdo (con aprecio) Qué buena raza, Boulevard Torbellino, Eva del edén y Soltera, casada, viuda, divorciada”.
-“Todo apunta a que haremos la segunda parte de Soltera, casada, viuda, divorciada a mitad de año. Me gustaría, y tú serás mi cábala Mijail, volver al teatro. Hice La verdad en la reapertura del Marsano después de que murió Osvaldo (Cattone)”.

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