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Miguel Rubio: “El bicentenario no debe ser solo una celebración”

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Fecha Actualización
Su padre tenía una tienda en el Centro de Lima, a una cuadra del Teatro Segura. Por eso Miguel fue a ver una obra que marcaría su vida para siempre: Marat Sade, del grupo Histrión. Ha visto esa puesta en escena 23 veces. Aunque ese fue el punto que despertó su inquietud por la dramaturgia, desde su infancia estuvo rodeado por expresiones teatrales.
Nació en Barrios Altos, a media cuadra de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen y desde siempre vio cómo se organizaba la procesión, los fuegos artificiales, las bandas, los músicos criollos, la escolta que llegaba de Cuartel de Barbones. “Había una tremenda teatralidad en mi barrio. Eso me entrenó el ojo para mirar esa situación extracotidiana de lo representacional”, recuerda el dramaturgo.
Cuando entró a la universidad a estudiar Sociología, ya estaba involucrado con el arte escénico, pero dentro de las aulas, su mirada se hizo más compleja y sentía que esa respuesta artística que venía desarrollando no era suficiente. Por eso él, Gilberto Hume, Teresa Ralli y Rebeca Ralli fundaron el grupo Yuyachkani, palabra quechua que significa recordar y pensar. En 1971, cuando empezaron, se contactaron con un grupo de El Agustino y los retaron: si quería hacer teatro del pueblo, debía ir al barrio de San Pedro y empezar desde ahí. Así fue como el proyecto dio sus primeros pasos para construir todo un camino que ha durado 50 años. El Ministerio de Cultura le ha otorgado a Miguel el premio nacional de este año en mérito a su trayectoria.
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¿Qué tipo de talleres dictó en el MIT?
Fue una experiencia muy interesante porque es una universidad adonde van los primeros puestos de diferentes ciudades de Estados Unidos. Entonces, hay mucho sentido de competencia y mucho estrés de los estudiantes. Ellos tenían un programa para, desde el teatro, tener otro espacio de creación. En su hora de refrigerio iban comiendo algo y tomando agua mientras corrían a otra clase. Y las conferencias que hacíamos de teatro también eran así, mientras ellos comían algo. Yo no tenía pretensiones de formar actores, sino de hacer teatros para científicos. Mirar el oficio desde esa perspectiva fue chévere.
¿Sintió que había mucha distancia entre las ciencias y el arte del teatro?
No, su mirada era complementaria. El estudio en un solo sentido descuida algunos aspectos importantes. Lo que yo dicté fueron talleres breves para tener una experiencia teatral intensa que los saque de la rutina del estudio para colocarlos a mirarse el cuerpo, contemplar, improvisar, jugar desde otro lugar. Creo que hubo una persona que dejó su carrera en el MIT y se dedicó al teatro.
En dos años, su proyecto Yuyachkani cumplirá 50 años. ¿Qué ha hecho que perdure tanto tiempo y trascienda?
Creo que es un premio a una manera distinta de entrar en el teatro. En la historia de Yuyachkani hay un antes, un durante y un después del conflicto armado interno. Nuestra obra ha estado en diálogo permanente con el país, hemos puesto el cuerpo ahí donde las papas queman. El reconocimiento del Ministerio de Cultura es a un movimiento. Yuyachkani es una de las partes visibles, pero existen en todo el país y Latinoamérica otras expresiones que corresponden a lo que yo llamo una moderna tradición del teatro en América Latina que surge a mediados del siglo pasado.
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¿Cómo es ese nuevo teatro?
El teatro es producto de su diálogo con los movimientos sociales, los procesos de migración, con ese reconocimiento de Latinoamérica consigo misma, lo que se expresó también en el boom de la literatura, el cinema novo brasilero, en la nueva música chilena. Yuyachkani no ha sido algo aislado.
¿Qué ha significado para usted el reconocimiento a su trayectoria?
Si bien ha sido un reconocimiento personal, no imagino mi trabajo alejado de mi grupo. Yo soy hechura de mis actores y actrices. He aprendido con ellos en la noción de inventar el teatro.
Los 50 años de su grupo coincidirán con el bicentenario de nuestra república.
Sí, justo estamos trabajando en un proyecto: una parte es la obra Discurso de promoción. Tiene que ver con pensar lo que la república nos debe, que no sea solo una celebración sino también reflexionar sobre aquello que ha sido invisibilizado, cómo mirar la memoria desde ahora, no desde el cuadro de Juan Lepiani con Don José de San Martín proclamando la independencia en la plaza. Es una coincidencia que es un desafío también.
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¿Qué más pasará con Yuyachkani?
No lo sabemos. A veces pienso que es más que suficiente. Imagino que nos vamos a ir al interior a formar, a apoyar otros grupos, a seguir indagando sobre otras teatralidades. No me imagino el grupo institucionalizado, domesticado. Creo que ese espíritu rebelde, de investigación, debe durar lo que tenga que durar.
En tanto tiempo de trabajo artístico, ¿hubo momentos muy duros?
Sí, es cierto, como en toda familia. Lo clave para haber estado juntos tanto tiempo creo que es entender que el colectivo no anula el individuo, que cada integrante del grupo debe tener espacios personales para hacer sus propios trabajos, o sea, que no tenga que irse para hacer algo propio. La tolerancia, entender al otro. Yuyachkani tiene una militancia de izquierda y hemos trabajado con algunos partidos que después se han partido en mil pedazos, pero nosotros no hemos sido un reflejo de esa ruptura porque lo fundamental ha sido el espíritu de nuestro arte y el trabajo con la gente.
¿Por qué tenemos una crisis política tan grave donde se han involucrado tanto a la izquierda como la derecha?
Creo que tiene que ver con la educación, con una mirada muy inmediata y no profundizar en los temas de fondo. Se ve la política y la democracia como ir a votar cada cinco años. Me parece que hay que repensar eso.
AUTOFICHA
- “Soy Miguel Santiago Rubio Zapata, nací el 12 de junio de 1951, en Lima. He publicado artículos en Perú y el extranjero, y he escrito libros como Guerrilla en Paucartambo, El teatro y nuestra América, Raíces y semillas: Maestros y caminos del teatro en América Latina, etc.”.
- “Cuando nosotros le pusimos Yuyachkani a este proyecto de teatro, no nos imaginamos que esta palabra quechua iba a ser tan importante en nosotros. El diálogo con la gente ha ido formando un camino, una mirada. Creemos que el actor peruana danza y actúa”.
- “La obra Los músicos ambulantes se presentará en la Casa de Yuyachkani (Jr. Tacna 363, Magdalena), el 21, 22 y 23 de diciembre a las 8 de la noche. Del 7 de enero al 26 de febrero de 2020, se abrirán las puertas a niños desde los 3 años hasta adolescentes de 16, para el Taller de Creatividad Infantil y Juvenil”.