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Ramiro Llona: El espacio como oficio
Exhibe ‘El buen lugar: pinturas y dibujos (2017-2024)’, muestra que está en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Lima. Son los cuadros más grandes que nunca ha pintado. En este encuentro con el artista, nos situamos en la forma y el proceso.
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Técnica es contenido.
—La manera como haces las cosas es ya lo que quieres decir.
Se cree que la forma y el fondo pueden estar separados.
—Para mí, la forma es el fondo.
Son las palabras de Ramiro Llona, de los más importantes artistas peruanos en ejercicio. Días atrás dio inicio a El buen lugar: pinturas y dibujos (2017-2024), muestra que está en la Sala 3 del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Lima. Son 16 pinturas de gran formato y 24 dibujos en técnica mixta de mediano formato. Son los cuadros más grandes que nunca ha pintado. Dieciséis bastidores del mismo tamaño, que miden, más o menos, tres metros de alto por cinco de ancho. Ramiro mide algo más de 1.87 metros y pintar cada cuadro casi fue un acto coreográfico. Pintar con el cuerpo.
—Me gustan los formatos grandes porque tengo que recorrerlos para pintarlos, de un extremo a otro. Y otra cosa es que el gesto no se sale de la tela.
MIRO, LUEGO EXISTO
Prepara la tela y la pone al frente. La mira y la mide en referencia a él para ubicarse en ese espacio. No tiene un plazo para mirarla.
No pinta en blanco, sus telas ya vienen con pigmentos de color, ya traen información. Las contempla hasta hallar alguna señal, en espera de una energía, de un impulso que lo haga actuar, buscando una actitud casi inconsciente, como tratando de escapar de quien es.
—Hay cosas que sabes de memoria, tienes manías, rutinas. Me podría parar y pintaría lo que ya sé. Pero quiero empezar la tela desde un lugar que yo presienta nuevo.
Hay que dejar que se asiente el pasado y la memoria, y casi comenzar con un cuerpo nuevo.
—Uno tiene una memoria de su gesto y lo puedes repetir. Y no me gusta la idea de la repetición.
Ramiro Llona tiene 76 años y cuatro hijos, de 27, 17, 10 y 8 años. Trabaja de 8 de la mañana a 8 de la noche, de lunes a sábado. Vive y pinta en el mismo lugar. Y ya cruzó el medio siglo entregado a crear. En consecuencia con ello, pregona que “la ética es preñar el tiempo de intensidad”.
—La urgencia que tengo de preguntarme algo, de decir algo, está intacta. Me fastidia la vacuidad, la falta de urgencia.
FINAL ES INICIO
Después de que en apariencia acabó un cuadro, lo sigue contemplando para estar seguro de que no falta nada. “Si le falta algo, le falta todo”, le decía un maestro.
Hay una comunicación —desfasada— entre el cuadro y él. Lo modifica y la obra lo modifica a él. De pronto, llega el día en que coinciden. Y pasa al siguiente cuadro.
—Ya estoy trabajando otra cosa en mi taller. Ya estoy en otro lugar.
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