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Las mujeres facturan: historias que inspiran

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Fecha Actualización
Por años se vio a la mujer como el ‘sexo débil’, como la que no podía asumir puestos que estaban ‘destinados a hombres’, pero hoy la realidad es otra. No hay carreras ni trabajos ‘solo para ellos’. Por eso hoy contamos las historias de cinco mujeres de distintos rubros, que describen cómo vivieron y viven aquel camino que las une: la imparable misión de hacer empresa.
Mariela García, gerente general de Ferreycorp

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En el Perú, pese a que se está avanzando en cerrar la brecha de género, aún son pocas las mujeres que ocupan altos cargos en empresas importantes, pero Mariela García logró superar claramente esa valla, pues actualmente se desempeña como directora gerente general de Ferreycorp.
Luego de formarse como economista en la Universidad del Pacífico (UP), tenía la intención de quedarse solo por unos años en la compañía porque quería viajar al extranjero a realizar una maestría en temas de desarrollo. Sin embargo, en este trabajo encontró lo que buscaba: crear desarrollo.
A diferencia de otras mujeres, ella considera que ha tenido la oportunidad –que desea que encuentren otras mujeres– de iniciar y desarrollar su carrera en lugares caracterizados por el trato equitativo, donde nunca ha sentido una diferencia, empezando por casa, pues viene de una familia de cinco mujeres.
En la universidad pudo inscribirse en los cursos y actividades que deseaba, expresarse en clases sin problemas y participar en puestos directivos en el centro de estudiantes. En Ferreycorp siempre sintió el mismo trato que recibían sus colegas, aunque reconoce que al inicio eran pocas mujeres las que ocupaban posiciones de mandos medios y de liderazgo.
“Para mí fue difícil asimilar que fuéramos tan pocas mujeres e incluso muchas veces la única en reuniones. No solo en nuestra empresa, sino en las de los clientes y socios estratégicos. Luego comenzamos a ocupar más puestos, pero en áreas de ‘backoffice’ como finanzas, recursos humanos, marketing. No obstante, la presencia femenina en puestos de operaciones y comerciales aún es menor. No cabe duda de que hemos avanzado mucho en que los espacios de trabajo hoy sean más inclusivos y que las mujeres sientan que tienen los mismos derechos y obligaciones”, asegura.
Sí ha tenido algunas barreras, pero la principal fue manejar el balance en su vida, ponerle fin a la jornada laboral para llegar a casa a una hora prudente y disfrutar de sus hijos, aunque siente que en la compañía le dieron la flexibilidad con los horarios y supo organizar la distribución del trabajo en su hogar.
La empresa representa a otras compañías globales, como Caterpillar, por lo que tiene un arduo trabajo por hacer; pero la energía está presente, por lo que recomienda a las mujeres a no “amilanarse” y que se hagan escuchar, que mantengan su individualidad y que construyan redes de confianza.
“Quiero cerrar agradeciendo a las amigas que he hecho en estos 34 años de vida profesional, en especial a las que estaban antes que yo y me ayudaron con su ejemplo”.
Paola Palacios, chef y dueña del Huancahuasi

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La comida peruana es reconocida a nivel mundial y es gracias a quienes la preparan. Paola Palacios, chef y dueña del restaurante Huancahuasi, es una de esas mujeres que han colaborado con el boom gastronómico y que trabajan día a día para que este no se detenga.
Desde pequeña, y de la mano de su ‘mama Lucha’ en Huancayo, descubrió que lo suyo era preparar platos que otros puedan disfrutar. Las humitas fueron su especialidad de niña.
Luego, junto a sus hermanos, se mudaron a Lima para estudiar y cuando terminaron sus carreras decidieron abrir el local en la capital. Al comienzo, las cosas en este camino no fueron fáciles, pues cuenta que entonces la cocina andina no era muy valorada y por lo tanto no todos querían pagar por un plato de pachamanca o de cuy.
Ponían letreros en la avenida Javier Prado, donde se ofrecían estos platos, pero no era bien visto y no se recibían muchas visitas, salvo de algunas personas que ya tenían cierta relación con la cocina andina.
A eso se sumaban algunos cuestionamientos por parte de hombres que le decían: “Tú no tienes experiencia en esto, yo sí” o que no veían con buenos ojos que una mujer joven quisiera meterse en un mundo que ellos encabezaban. Cosas como esas le llevaban a preguntarse si debía seguir, si estaba equivocada en querer continuar, pero decidió ignorarlos y avanzar.
“Se suele decir que la cocina es para las mujeres, pero en el rubro gastronómico los cocineros eran los que más experiencia tenían. Entonces a ellos les costaba que una chef mujer les diga cómo hacer algo. Ganarte el respeto y el valor siendo mujer te cuesta el doble”, asegura.
En los primeros años, incluso, contrató a un chef para que la ayudara, pero este no aceptó que le diera algunas indicaciones relacionadas con la cocina. Le dijo que no podía trabajar si es que no tomaba él las decisiones. Luego, poco a poco, encontró personas más acordes con la visión del negocio.
La persistencia ha sido uno de sus principales valores y las ganas de que cada vez más personas conozcan su cocina y todo lo que esta puede ofrecer la llevan a seguir con fuerza en este camino.
Quiere que todo esto no solo se conozca en los diferentes rincones del Perú, sino también en diferentes partes del mundo, por lo que se esfuerza cada día para lograrlo. “No hay que tener miedo a tomar decisiones ni a tomar riesgos porque eso te ayuda a crecer. Como me decía mi madre: es mejor hacer que no hacer”, resalta.
Susana Saldaña, presidenta de Asociación Gamarra Perú

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Hablar de Gamarra sin duda es hablar de emprendimiento, de superación, pero también de Susana Saldaña. Su cargo como presidenta de la Asociación Empresarial Gamarra Perú la ha llevado a aparecer muchas veces frente a cámaras o artículos periodísticos en periódicos o portales web para expresar los reclamos de los empresarios del emporio, comentar sobre las proyecciones del sector o hasta referirse a una campaña o actividad en especial.
¿Cómo empezó su historia en el mundo de la confección? Su interés nació a los 15 años, viendo a sus padres dedicarse a este rubro. Cuando decidió ser independiente tuvo muchos golpes, incluido un pedido que nunca fue pagado y que le significó la pérdida de miles de soles, pero lo que más le preocupaba era el sueldo de quienes la apoyaban.
Tuvo que escuchar muchas veces que le dijeran que no se arriesgara, que no invirtiera. Incluso en la época de pandemia le sugirieron que aprovechara el momento para cambiar de rubro. Sin embargo, su perseverancia y el amor que siente por la costura la hicieron olvidar esas palabras.
“No sabría cómo vivir en otro rubro que no sea este”, asegura con una voz tierna y con orgullo, como si hablara de sus hijos.
Pese a las adversidades, los mayores cuestionamientos llegaron cuando decidió ser dirigente del emporio y, más aun, ser la primera mujer en ocupar un cargo de este tipo en Gamarra. Primero, los comentarios iban en su contra “por ser muy joven” y, luego, porque algunos consideraban que ese era un puesto que debía ocupar un hombre.
No se rindió porque mientras por un lado escuchaba mensajes negativos, por otro había muchas empresarias que le dieron su respaldo y con un “vamos a seguir juntas en este camino” la ayudaron a no detenerse. “Mi camino no ha sido sola. Sería muy ingrata al no reconocer el apoyo de las personas que me dieron una mano”, resalta.
Ella estudió confecciones en Senati, pero hoy cursa la carrera de Derecho porque quiere defender a sus colegas del emporio que son maltratados y estafados y a quienes las autoridades en varias ocasiones prometen cosas que finalmente solo quedan en palabras.
Todavía le quedan dos años como representante de los empresarios de Gamarra, pero siente que su camino como dirigente aún es largo. Además, quiere ser recordada como alguien que dio todo lo que estaba en sus manos para apoyar a los cientos de microempresarios que hoy tratan de salir adelante pese a las dificultades que se le ponen en el camino.
Natalia Gonzales, fundadora de Jane Artisans

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Ser empresaria en el Perú es un trabajo difícil y de mucho esfuerzo, pero empoderar a otras mujeres para que lo sean requiere un talento adicional que solo algunas como Natalia Gonzales tienen.
Antes de iniciar su aventura, esta antropóloga de profesión trabajaba con pueblos indígenas, pero enfocándose en plantas medicinales. Poco a poco comenzó a descubrir la belleza de la selva y las artesanías que ahí se creaban.
Ella cuenta que en 2015 decidió, junto con unas socias, llevar capacitaciones a diversas etnias amazónicas. Años después, en 2017 iniciaron el proyecto Jane Artisans, a través del cual se venden productos y artesanías de alta calidad de mujeres emprendedoras de aquellas etnias. Además, aclara que Jane no es una ONG, es una empresa.
Pese a que estudió una maestría en administración y negocios, hoy reconoce que no pensó jamás que llegaría al punto de tener un negocio que permitiera a otras personas poder promocionar sus artesanías y hasta convertirse en empresarias.
Sin embargo, este camino no ha sido fácil. Y no solo por la pandemia, que las llevó a parar por un tiempo, sino porque uno de los obstáculos más difíciles que le tocó enfrentar fue el idioma de las mujeres a las que quería apoyar para que se conviertan en empresarias.
Otra piedra en el camino fue la conectividad, pues la zona donde se encuentran las proveedoras no se caracteriza por tener la mejor señal para llevar el emprendimiento. Sin embargo, todo eso ha logrado superarlo con esfuerzo.
Si bien la meta es empoderar mujeres, también ha trabajado con los hombres nativos. ¿La razón? El machismo. O como ella lo explica: para que ellos entiendan cómo es el negocio porque muchos mostraban celos o no les gustaba que las mujeres empezaran a ser independientes ni a manejar su propio dinero, especialmente porque ello implicaba una estabilidad económica que no dependía de ellos.
“Al principio no lo veíamos de esa manera. Es decir, no pensábamos en trabajar con varones, pero decidimos hacerlo para que no haya ese conflicto familiar”, asegura.
Natalia afirma que nacieron con dos misiones claras. La primera es de dar a conocer y difundir la riqueza y diversidad cultural de la selva y la segunda es que las mujeres que viven acá logren tener su propia microempresa.
“Nosotras queremos que ellas no solo terminen abasteciendo a Jane, sino que también logren llegar a otros puntos, que logren ser autónomas”, asegura.
Milagros Aliaga, fundadora de Productos del Piero
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Después de haberse dedicado a su familia por muchos años, Milagros Aliaga decidió que era momento de tener sus propios ingresos. Con la ayuda de su creatividad e ingenio, empezó a preparar paletas de caramelo y creó su empresa Productos del Piero.
Al principio el miedo de crecer la frenaban un poco, pensaba que no había muchas mujeres capaces de crear y dirigir una empresa. Sin embargo, fueron los clientes que fue ganando en el camino los que la inspiraron a seguir adelante.
Con el tiempo, esos temores se fueron apagando y la cartera de productos también se fue ampliando. Ya no solo eran las paletas sino también algodones de azúcar, manzanas acarameladas y de ahí pastelería.
Hoy también ofrece alfajores, tortas, galletas, brownies, entre otros y aspira a seguir ampliando su oferta.
En la actualidad el 80% de su personal está compuesto por mujeres y trabaja cada día para consolidarse en su rubro y abrir su propia tienda.
“Además del entusiasmo, es importante capacitarse en el rubro que uno emprende, conocer lo que se va a hacer. Siempre me digo que si apuntas a las estrellas lo peor que puede pasar es que caigas sobre la luna”.

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