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Gabriel García Márquez recibe homenaje en Barrio Latino de París

Con flores amarillas, latinos y franceses se reunieron en zona donde él vivió cuando creaba El coronel no tiene quien le escriba.

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Fecha Actualización
(París/AFP)En la plaza de la Sorbona, en el corazón del Barrio Latino de París, donde Gabriel García Márquez vivió a fines de los años 50 mientras creaba El coronel no tiene quien le escriba, centenares de franceses y latinoamericanos le rindieron hoy un cálido homenaje.

La actriz española Tachia Quintana Rosoff, exiliada del franquismo, que en esa época tenía 27 años, tomó la palabra emocionada para hablar del escritor, con quien se paseaba abrazada por esas mismas calles, rumbo al cine o a algún cabaret, después que él terminaba su jornada de trabajo.

"Gabo te queremos", fue uno de los numerosos mensajes que le dejaron sus admiradores, entre ramos de flores amarillas, en la fachada del hotel de la rue Cujas, llamado en ese entonces Hotel de Flandres, donde él vivía a fines de 1956 dedicado a escribir la fábula inspirada en las desventuras de su abuelo, veterano de la guerra civil colombiana de los Mil Días.

"Este era nuestro barrio. Yo compartí un año de mi vida con él. Estoy sorprendida, emocionada. He recibido una avalancha de mensajes del mundo entero", dijo la actriz, quien inspiró muchos de los rasgos de la esposa del coronel en el famoso libro.

"Mi Gabriel quiso dedicarme El amor en los tiempos del cólera en la versión francesa, con el beneplácito de Mercedes, con quien me une una verdadera amistad y hasta una cierta complicidad", había escrito ella en 2007.

"Me consta que en este hotel de la rue Cujas él fue uno de los hombres más pobres del mundo. Estoy muy contenta de tener 85 años y de ser un personaje sobreviviente de la obra de Gabriel, de dar mi testimonio sobre su inmenso carisma y su compromiso social", agregó.

Tachia Quintana destacó en el acto "la manera de ser del escritor, la manera como veía la vida".

"Se me ocurrió un chiste macondiano. La muerte de Gabriel le robó los titulares al protagonista del Viernes Santo", comentó la actriz, quien depositó en el lugar un ramo de flores amarillas.

"Gabriel pensaba que las flores amarillas lo protegían contra el mal de ojo, contra la pava. Él tenía sus supersticiones. Cuando le dieron el premio Nobel no quiso ponerse un frac, le parecía que era luctuoso, por eso se vistió con el traje tradicional de los campesinos de los Llanos colombo-venezolanos, el famoso liquiliqui", contó.

El homenaje a García Márquez fue organizado por el Colectivo de Peruanos en Francia, por el Comité ecuatoriano de apoyo a la revolución ciudadana, Consejo Pro-Bolivia, Cuba Si, France-Cuba, Coordinación Popular Colombiana en París, Front de Gauche Latino, Círculo bolivariano, Asociación mexicana Gilberto Bosques, La maison de l'Arbre, y la Fondation Armand Gatti.

El cineasta colombiano Marino Valencia fue uno de los animadores de esta ceremonia en la que intervinieron oradores franceses, peruanos, ecuatorianos, uruguayos, cubanos y mexicanos.

Libia Acero-Borbón, coordinadora de la revista latinoamericana de literatura Vericuetos, que le dedicó un número especial a García Márquez, leyó apartes del prólogo de Doce cuentos peregrinos, publicado en 1992.

"Gabo" –expresó– se anticipó a describir su propia muerte contando un curioso sueño:

"Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. Eres el único que no puede irse, me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos. No sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté como una toma de conciencia de mi identidad, y pensé que era un buen punto de partida para escribir sobre las cosas extrañas que les suceden a los latinoamericanos".

Después del desfile entre la Plaza de la Sorbona y la fachada del hotel de la rue Cujas el homenaje continuó en Montreuil, un suburbio de París, con poemas, danzas y música tradicional colombiana.