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Náufrago que apareció en Islas Marshall despierta dudas

“Pensaba que iba a acabar loco”, admite José Albarenga, quien también reconoce que pensó en el suicidio.

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Mientras las autoridades de México y El Salvador coordinan la repatriación del hombre que apareció en las remotas Islas Marshall, a miles de kilómetros de distancia del punto de donde se perdió en el mar hace 13 meses, persisten las dudas sobre ciertos detalles de su relato.
El náufrago se identificó como José Salvador Alvarenga, de 37 años, y contó que sobrevivió comiendo pescado, tortugas y pájaros. También afirmó que se hidrató con agua de lluvia y la sangre de los animales que atrapaba antes de llegar al pequeño atolón de Ebon en el océano Pacífico.
La Secretaría de Relaciones Exteriores de México informó que el hombre, que dijo ser salvadoreño, le narró al embajador de México en Filipinas, Julio Camarena, que zarpó cerca de la ciudad de Tonalá, en el estado mexicano de Chiapas, lo que significaría que su viaje cubrió una distancia de más de 10,460 kilómetros, si su travesía hubiese ocurrido en línea recta.
"Para mí es difícil imaginar a alguien que sobreviva durante 13 meses en el mar", dijo el embajador mexicano, Tom Armbruster, en Islas Marshall. "Pero también es difícil imaginar que alguien llegue a Ebon de la nada. Lo cierto es que este hombre ha pasado por una prueba difícil", admitió.
Otras autoridades, sin embargo, prefirieron reaccionar con cautela a la narración del hombre, que solo habla español y cuya travesía tratan de reconstruir. De ser cierta, su odisea se colocaría entre las grandes historias de supervivencia en el mar.
Armbruster detalló que Alvarenga se quejó de dolor en las articulaciones y cojeaba. Tenía cabellera y barba largas, pero más que un hombre que sufrió hambruna parecía hinchado en algunas partes, como en los tobillos. Por lo demás, agregó, Alvarenga parecía gozar de un buen estado de salud.
El secretario interino de asuntos exteriores de las Islas Marshall, Gee Bing, se mostró algo escéptico a la historia de Alvarenga tras reunirse ayer con él.
"Suena como un relato increíble y no estoy seguro de creerle. Cuando lo vimos, no estaba realmente delgado como ha pasado con otros sobrevivientes. Tengo algunas dudas. Una vez que nos comuniquemos con el lugar de donde viene, podremos tener más información", opinó Bing.
En Costa Azul, un poblado pesquero cerca del pueblo de Tonalá, Villermino Rodríguez Solís señaló que el salvadoreño y su acompañante desaparecieron el 18 de noviembre de 2012, lo que implicaría que la odisea duró 14 meses y medio.
"Aquí los compañeros iban, pues, en lanchas a buscarlos, cuatro días buscándolos", relató Villermino, quien estaba sorprendido de que Alvarenga estuviese vivo, pero reconocía que él era un pescador experimentado.
Los habitantes de Costa Azul no sabían el verdadero nombre de Alvarenga, quien hace años llegó al poblado para trabajar, pero se alternaba entre campos de pesca a lo largo de la costa, y solo lo conocen por el apodo de "La Chancha", usado para describir a personas corpulentas.
PENSÓ EN EL SUICIDIOJosé Salvador Alvarenga llegó a creer que perdería la razón en altamar y que acabar con su vida iba a ser lo mejor, aunque reconoció después que su fe en Dios lo mantuvo vivo.
"Pensaba que iba acabar loco. Miraba a mi papá, miraba a mi mamá, miraba a mis hermanas, pero eran imaginaciones", contó Alvarenga a la agencia AFP.
"No pensaba en morirme, pensaba que iba a salir, fuerte. Pero en dos ocasiones me quise matar, agarraba el cuchillo cuando no había agua ni comida", recordó.
Otro momento duro que pasó en su travesía fue cuando lanzó por la borda el cuerpo de su compañero de faena Ezequiel, quien tenía 15 o 16 años. Este murió de "sed y de hambre" porque vomitaba y era incapaz de alimentarse de animales crudos.
"Aguantó cuatro meses. Pero después me quedé yo solo. 'Dios mío ¿cuándo voy a salir, cuándo me vas a llevar?' pensaba", relató el náufrago.
En El Salvador, sus padres manifestaron que estaban "muy felices" de saber que su hijo estaba vivo y que pronto será repatriado.
"Doy gracias a Dios de ver a mi hijo, creía que estaba muerto", comentó a la cadena CNN su madre, María Julia Alvarenga, quien vive con su esposo Ricardo Orellana, en una comunidad de la playa Garita Palmera, a 118 kilómetros al suroeste de San Salvador.
El padre del náufrago llegó a creer que su hijo había muerto, pero la madre confiaba en que estuviera con vida. "Solo quiero tenerlo aquí con nosotros", agregó la mujer.