[Camila Bozzo]: Los lacayos del imperialismo

Antes de pasar la página a la abrupta salida de Héctor Béjar de la Cancillería, y sin ánimo de machacar sobre un asunto ya zanjado, quiero detenerme en las declaraciones que dio a un medio cubano tras su renuncia, en el sentido de que la ultraderecha había forzado su salida para evitar que el Perú “tenga una política exterior independiente, soberana” y “libre de las determinaciones de los poderes globales”.

El excanciller ha dicho, en buena cuenta, que todos sus antecesores han sido unos lacayos del imperialismo, y allí incluye al exsecretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, un reconocido diplomático y un demócrata a carta cabal. Béjar ha menospreciado, además, el bien ganado prestigio de Torre Tagle. Nuestra Cancillería, que nació junto con la República hace 200 años, es el ministerio más antiguo del país, y desde su fundación ha bregado por institucionalizarse, y ha logrado conducirse con profesionalismo, pragmatismo y moderación, sin atender a criterios ideológicos sino más bien a la estabilidad del país. Por todo eso, y por su defensa de la tesis de las 200 millas y su posición a favor del desarme, la Cancillería peruana es de las más prestigiosas de Latinoamérica.

A partir de los años noventa, y en particular con el inicio de este siglo, comienza a primar en Torre Tagle una perspectiva pragmática, que busca priorizar la integración con el mundo con el fin de traer mejoras materiales para los peruanos. Bajo el auspicio de la Cancillería, el Perú ha suscrito, en apenas dos décadas, más de veinte TLC que nos han dado acceso a mercados de más de cincuenta países. Las exportaciones representan hasta el 20% del PBI, y generan más de un millón de puestos de trabajo. Pero para Béjar esa apertura comercial implica renunciar a la soberanía y entregarse al poder del imperialismo global. Esperemos que el próximo canciller no pregone los mismos afanes conspiranoicos de su efímero antecesor y que, más bien, siga fomentando una diplomacia institucional, pragmática y libre de ideologizaciones.