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Una deuda con la felicidad
Columna de Esther Vargas
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¿Eres feliz? ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste feliz? ¿Qué es lo más cercano a la felicidad que has estado? Me cuesta responder estas preguntas sin que la nostalgia me invada y sienta frío. Podría decir que en este momento no lo soy, y que erróneamente he pasado media vida obsesionada con ese estado supremo que quizás solo existe en las películas, en las telenovelas o en los malos libros.
La psicóloga Antonella Galli, autora del libro Sé feliz, me dice que ser feliz es un bienestar subjetivo basado en aquellas personas y situaciones que te hacen sentir bien y es diferente para cada uno: “Hice un estudio a 100 personas y la mayoría basaba la felicidad en la paz mental; otro porcentaje en los aspectos positivos de la vida; otros se centraban en la salud física, y otros en la espiritualidad y su vinculación con Dios. Para otros, era la autoestima. Para ser feliz tienes que buscar aquello que te dé bienestar y eso no te lo da otra persona, sino tú mismo, y por eso hay que buscar qué es importante e idear un plan para conseguirla y disfrutarla”.
Para Galli, la vida no es blanco o negro, así que no se trata de ser feliz o infeliz: “La vida está llena de experiencias mixtas. La felicidad no es un estado constante, es un estado mixto de emociones. La tristeza te lleva a superar algo, como la frustración, la vergüenza, la ansiedad y la misma alegría”.
Janett Cuyutupa, psicóloga y psicoterapeuta, se centra en algo clave: “Si crees que mereces la felicidad, la vas a conseguir. Se va dando en la medida que tú creas merecerlo. Lo podemos lograr, pero partiendo de nosotros mismos. Primero, la felicidad propia, y luego en común”.
Está claro, como dice la psicoterapeuta Claudia Tassara, que la felicidad es subjetiva. Cada persona la experimenta de manera distinta: “Lo más importante es entender que la felicidad no es una meta. Es un camino que vamos a recorrer a lo largo de nuestra vida. Es importante trabajar por ser felices cada día y entender que la felicidad está en nuestras manos”.
Y así como está en nuestras manos, la dejamos ir. O creemos que no la merecemos, o no entendemos que no se puede ser feliz todo el tiempo. He sido feliz infinitas veces, y quiero volver a sentir que estoy en el camino correcto. Cada día cuenta.
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