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Mónica Delta: Clamor popular
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Delincuencia y corrupción son los dos factores que desquician a la sociedad peruana. Cuando observamos impávidos cómo "chapamos a los choros" y nos alegramos de que sean "linchados" en actos de justicia popular, podemos deducir que estamos muy enfermos. Que volvimos a épocas de barbarie. Peor aún cuando cada día nos percatamos de que nuestra clase dirigente ni idea tiene de cómo enfrentar la descomposición de las instituciones y el tejido social. Los populistas piden a voz en cuello que salgan las FF.AA. a combatir a los ladrones y criminales. Queda en evidencia que nuestra Policía no sirve para nada. El gobierno les responde a "aquellos" que "sacar a los militares a patrullar las calles" es demagogia pura. ¡Es verdad! Pero también es evidente que no sabe cómo afrontar el problema de fondo. La inseguridad es un asunto de Estado. Desde el comienzo debió abordarse de esa manera. Todas las energías de los que toman decisiones debieron apuntar a solucionar esta prioridad nacional. Pero no hubo reflejos. No hubo estrategias y Ollanta Humala resultó un gobernante mediocre. Muy reactivo, principalmente con sus enemigos políticos, pero muy débil para hacer reformas estructurales. Enfrentar un sistema corrompido por la criminalidad y la delincuencia requiere agallas. Requiere liderazgo. No tenemos ni lo uno ni lo otro. La gente pide a gritos a los soldados en las calles porque los recuerda enfrentando al terrorismo. Hoy los asesinos, los sicarios, los narcotraficantes reemplazan a esos terroristas de los 80. La población cree que mano dura significa poner al Ejército con sus tanques en los distritos del país. No es culpa de los peruanos. Es responsabilidad de las autoridades que no están a la altura de enfrentar los desafíos actuales.
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