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Pequeñas f(r)icciones: Salvo Kelly, todo es ilusión

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¿Dónde termina la esfera pública y dónde empieza la vida privada de un político, de un líder partidario, de un prófugo de la justicia? En el mejor de los casos, la línea divisoria es brumosa, poco clara, marcada con tinta invisible. Por ello, aunque en este espacio siempre hemos identificado plena y ficticiamente a cada persona, esta vez, inmersos en el terreno farragoso de los sentimientos, hemos decidido consignar solo los nombres de los involucrados. Y si bien el email que presentamos tiene un contenido íntimo, este es de interés público por el protagonismo político de ambos personajes y porque, además —sincerémonos— no somos ajenos al chisme.
Querida Kelly:
No te imaginas la mezcla de sentimientos que me invadieron esta semana cuando vi —y oí— cómo hacían público el audio donde este, tu devoto impenitente, te abrió su corazón y te lanzó una serie de frases empapadas de licor, es verdad, pero nacidas desde su alma enamorada.
Lo primero que sentí al escuchar mi voz fue una verdadera sorpresa porque, aunque te parezca una falsedad, no sabía a ciencia cierta si te había enviado o no ese audio. Siempre había quedado la duda anidada en mí. Otro sentimiento que me embargó fue el de la vergüenza. Una cosa es que te hayas enterado de mis sentimientos y otra, muy distinta, es que todo el país, incluido mi entorno más cercano, me haya escuchado declarándote mi amor. Antes de continuar, mejor déjame contarte las circunstancias de aquella noche.
Fue en 2022, cuando Pedro Castillo todavía estaba gobernando. Bueno, no exageremos. Mejor digamos cuando todavía estaba en Palacio de Gobierno. En todo caso, el reloj acababa de dar la medianoche y el sueño me era totalmente esquivo. Me serví un vaso de whisky para que los ojos me pesen, pero el pesar que sentí fue otro. No sé cómo ni en qué momento, pero una luz de nostalgia nació en mí y, luego, sin pausa, fue creciendo con la misma velocidad con la que la botella iba poniéndose más ligera. En medio de ese trance, le pedí a mi fiel Alexa que reproduzca uno de mis discos favoritos. Fue un grave error: mezclar la noche, la nostalgia, el alcohol y la música de los maestros del Buenavista Social Club me recordaron, sin ningún remedio, a ti, a tu ausencia. También me recordaron a Fidel, pero ese es otro tema. Entonces, para cuando mi compadre Ibrahim Ferrer me hizo notar, en ritmo de bolero, que las dos gardenias eran para ti y que con ellas quise decir: te quiero, te adoro, mi vida, ya había tomado el valor —y el licor— necesario para decirte lo que siempre había querido decir. Sin embargo, no pude encontrar tu contacto en el celular. Pensé entonces que el destino se estaba manifestando, pero decidí rebelarme ante él. Tú sabes, no por gusto tengo la rebelión a flor de piel.
Fue entonces que convoqué a Rafael, el otrora viceministro de Hidrocarburos. Pese a la hora de desvelo, nuestro buen y común amigo apareció enseguida en la puerta de mi casa. Al poco rato, tras compartir unos cuantos brindis, le dije que lo había llamado porque quería enviarte un mensaje. Rafael, sabedor de que me iba a exponer a una situación comprometedora, trató de desanimarme. “Mejor manda un audio, Vladimir”, me dijo e igual me comprometió.
Recuerdo que te dije que toda mi promoción te quería, y es verdad. Yo les di la orden. También te anuncié que tú serías la próxima canciller. Lamento que eso no se pudo concretar, pero justo entonces empezó el distanciamiento con Castillo. Eso sí, todavía mantengo mi promesa de convertirte en la próxima vicepresidenta o presidenta. No del Perú, pero sí al menos del partido. Por algo se empieza. Te aseguré también que si querías podía cambiar el nombre del partido de Perú Libre a Amor Libre. Sí, es verdad, estaba en un nada aparente estado de ebriedad, pero ya sabes, Kelly, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, salvo cuando mienten. Lo que trato de decirte, perdón, pero me pones nervioso, es que lo que dije lo hice con el corazón en una mano, y no viene al caso si tenía el vaso en la otra. Lo que importa es que fui sincero siempre. Incluso cuando al final del audio, y sin previo aviso, te lancé las dos palabras que todavía resuenan en mi interior: te amo.
En ese punto de la madrugada, macerado en la tristeza y confundido por el alcohol, y/o viceversa, cualquier intento de sensatez había desaparecido. Estaba dispuesto a enviarte otro audio y decirte muchas más cosas, como por ejemplo, que acababa de darme cuenta de que cuando Mao dijo que una chispa podría encender la pradera no se refería a la revolución, para nada, sino a los extraños designios del amor. O, quizá, desinhibido y cursi como andaba, te hubiera propuesto directamente que, si querías, yo podía ser tu chispa, ya sabes, la que encienda tu pradera. Y la cosa pintaba para peor porque ahora el inoportuno de Ferrer me hacía querer preguntarte que cuándo, cómo y dónde, aun sabiendo que si me respondes, me dirás: quizá, quizá, quizá.
Sin embargo, afortunadamente Rafael supo comprender en qué momento dejar de beber, que fue en el momento exacto que el whisky se acabó. Entonces, me conminó a no grabar más audios e, incluso, me convenció de que lo mejor era borrar el ya enviado. Horas después, mientras bebía mi café negro, y antes de leer al azar un fragmento de El Capital, decidí que lo mejor era actuar como si la noche anterior no hubiera sucedido, pero, ya ves, ya viste, ya vio todo el país, que sí, que pasó lo que pasó, que dije lo que dije, que yo, acostumbrado, casi por oficio y en nombre de Marx, a agudizar las contradicciones ajenas, terminé, agudizando y exponiendo las mías.
Como es fácil de notar, fue una noche de copas, una noche loca, pero —insisto— todo lo que dije fue verdad. Más bien aprovecho esta misiva para agradecerte, de corazón, todas las veces que me has defendido diciendo que yo soy inocente y que soy un perseguido político. Valoro mucho que no te hayas dejado llevar por todos aquellos que dicen lo contrario: la Contraloría, el Poder Judicial y el Ministerio Público.
Finalmente, Kelly, te escribo estás líneas sobrio, dueño de mí mismo y en pleno uso de mis datos de Internet. No sé lo que pasará después conmigo. Sé que no me van a capturar en este gobierno. Eso sí lo sé, pero, qué ocurrirá después es una verdadera incógnita. En todo caso, ya sabes lo que sentí y lo que siento por ti. Sin duda, el maestro Lenin tuvo toda la razón del mundo cuando dijo: salvo el amor, todo es ilusión. Eso dijo, ¿no?

*El texto es ficticio; por tanto, nada corresponde a la realidad: ni los personajes, ni las situaciones, ni los diálogos, ni quizá el autor. Sin embargo, si usted encuentra en él algún parecido con hechos reales, ¡qué le vamos a hacer!

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