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Entre chihuahuas y dobermans
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El sonoro cachetazo político que el presidente ha propinado al MEF por el malhadado intento de hacer caja fiscal a costa de gravar los salarios más bajos es la secuela del gasolinazo-paquetazo que el MEF ha ejecutado con el floro del cáncer y la glucosa.
Y esto a solo dos meses del nuevo gobierno, empujando una innegable alza de precios con el incremento del ISC a varios productos, entre ellos la gasolina y, con ello, el aumento de la inflación.
La desesperación del MEF por incrementar sus ingresos hace que mire al lado equivocado, pese a las explicaciones de economista sofisticado sobre “externalidades”. Siempre se ahorca a los formales y a las grandes empresas, que son las únicas que tributan. Se aumenta los combustibles porque tienen un doble impuesto (IGV y ISC) directo a la vena del erario, y ahora se quería ir sobre los trabajadores más pobres y que ya soportan otras cargas que poco les dejan.
Al paso de ofender a la Sunat con su alegoría animal (su sindicato ha protestado), el facilista incremento de la gasolina, gaseosas o licores (en vísperas del Mundial) omite el direccionamiento hacia donde debería apuntar el Estado: la informalidad y aquellos –personas y negocios– que no tributan nada, que están fuera de la planilla de cobranza del MEF.
Inflando deudas tributarias e inventando supuestas millonarias acreencias, quejándose públicamente de legítimos reclamos judiciales no se hace otra cosa que engañar presentando a los contribuyentes formales como permanentes evasores, cuando en verdad son los únicos exaccionados por un Estado fallido en ampliar la base tributaria.
Un poco de orden no caería mal. Hacer tributar a los informales antes de inventar evasores tampoco. ¿No será que el MEF también es un permanente péndulo entre ministros mininos y feroces leones?
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