León Trahtemberg: “Minedu no ha dado batalla por la niñez peruana”

Para efectos del retorno a clases, no tenemos ministro hace dos meses. Ante la falta de proactividad de los ministros anteriores en este tema, las clases presenciales debieron haberse ampliado a todos los colegios del Perú, aunque sea por horas, desde que Juan Cadillo empujó el retorno a clases y se vacunó a los maestros, otra decisión tardía del MINSA. El ministro Gallardo se la pasó abriendo espacio a la Fenatep e intentando la defensa política de sus ideas, y perdió mucha energía para posibilitar el regreso a clases. De modo que los alumnos estuvieron en la periferia de su interés en toda esta temporada. Es más, las normas del año 2022 han salido cuando ya estuvo censurado, por lo que el gobierno demoró en aceptar la renuncia hasta el 24 de diciembre.

Hay que diferenciar el rol del MINSA del rol del MINEDU. El MINSA se ha pasado dos años maltratando a los niños y adolescentes, con absurdas medidas de impedimento para el retorno oportuno a la presencialidad, que siguen hasta hoy, con el límite de 4 horas por jornada escolar. El Minedu no ha sido capaz de dar la batalla por la infancia y la niñez peruana; debió confrontar al MINSA porque sus normas dañaban la salud mental y el desarrollo académico de los alumnos.

Por supuesto, siempre que sea un tiempo relevante, es decir, siempre que realmente haya aprendizajes, que es algo muy discutible; mientras sigamos con un sistema educativo que no pone al alumno al centro de su razón de ser, seguirá habiendo miles de egresados indefensos frente a los retos de la ciudadanía y la modernidad.

El MINEDU debería reconocer la diversidad de colegios que hay en el Perú y abrir muchos más espacios de autonomía escolar, de modo que los directores, profesores y padres de familia tengan más peso en las decisiones respecto a la adecuación de los colegios y a los retos que impone la pandemia. De ese modo, los padres se sentirán parte en las decisiones que afectan la vida educativa de sus hijos y el MINEDU dejaría de tener ese rol controlista, centralista y reglamentista que es tan tóxico para la eficacia e innovación educativa.

La consecuencia más directa es la necesidad de una nueva prueba para resolver la promesa gubernamental del nombramiento a los más aptos. En mi opinión, todo ese sistema de evaluación de docentes contratados -que esperan ser nombrados- tiene que ser cambiado, porque no tiene realmente un sentido educativo. Por ejemplo, se pretende que ese examen aplicado a 250 mil maestros (PUN) elimine de carrera a los “no aptos” para un nombramiento, sin tomar en cuenta para nada lo que ha sido la actividad de ese docente contratado en el aula, en la que puso en juego las características personales, sociales, emocionales, académicas, colaborativas y tecnológicas requeridas para el buen ejercicio docente. A los buenos docentes se les ve en el aula, con sus alumnos, y no a través de esos exámenes escritos con respuestas para marcar. Dos o tres años de contratados es más que suficiente para llegar a la conclusión respecto al derecho a un nombramiento.